Arte dulce y macabro

Preparando mi próximo viaje a Islandia, me metí a la web del museo Nordic House para ver- literalmente- qué se tejía por ahí. Y me enteré que justo antes de mi llegada se termina una exposición sobre arte tejido, bordado o a crochet. Un tipo de expresión que a mí me chala.
Comencé a mirar los trabajos que no veré  y, además de toparme con cosas que ya había visto, vi un trabajo que me sorprendió mucho tanto por su destreza como por su ironía.

Se trata de Patricia Waller, una artistas alemana, residente en Berlín y nacida…¿adivinen dónde? Pues sí, en Chile.

¿Cuál es tu vínculo con Chile?
Pasé los primeros 6 años de mi vida en Santiago de Chile, y mi hermano aún vive allí pero queda muy lejos para ir a menudo.

¿Cuándo aprendiste a tejer?
Gran parte de mi trabajo es a crochet, no tejido. Mi primer ‘trabajo’ fue un paño para el horno que nos hicieron hacer en el colegio. Tenía 9 años y me quedó tan feo que mi mamá lo tiró a la basura. Así que, como puedes ver, mi técnica ha mejorado un poco. Fue aprender haciendo. La idea de hacer mis trabajos en crochet se me ocurrió en la etapa final de mis estudios de escultura en la Academia de Bellas Artesen Karlsruhe, Alemania. Buscaba materiales que no establecidos en el mundo del arte como la madera, el yeso o el metal.

 

Tu trabajo no es solo un objeto sino que toda una escena. Cuál es el proceso que sigues hasta alcanzarla o ya lo sabes desde el comienzo?
El hecho que puede hacer en crochet todo lo que quiera hace que necesariamente tome decisiones. Trabajo sobre campos sociales como la religión, la familia, la medicina, la tecnología, la investigación y la cultura. En los trabajo juego con varios temas que usualmente preferimos ignorar: miedo a envejecer, a la enfermedad, la fragilidad, sensaciones rara vez, ansiedades apenas conciliadas con sensaciones, fobias irracionales, deseos peligrosos. Los animales tiernos son revelados, de cerca, como unos freaks.

Desde hace algunos años ha habido todo un resurgimiento del tejido como forma artística y una gran generación de mujeres tras ésta. ¿Qué opinas de este movimiento?
Creo que estamos poniéndonos más interesadas en la individualidad y en la habilidad de crear algo con nuestras propias manos. Tanto el tejido como el crochet permiten crear algo individual que provoca nuestra imaginación y fantasía, y ambas cosas parecen ser más importantes para nosotras. Si las mujeres artistas trabajan con esto deliberadamente, reflejamos nuestra situación en el arte, la cultura y la sociedad.

Tienes un arte con mucho humor negro. Todas tus figuras están sufriendo o sangrando mientras que al mismo tiempo son tiernas y reconocibles dentro de la cultura pop. ¿Por qué? ¿De dónde sacas la inspiración?
Del día a día. El humor con el que trabajo es, claramente, uno oscuro. Temas macabros o mordaces son envueltos en trabajo de crochet. En un tono irónico de subversión mezclo lo absurdo con los bizarro, observaciones cuidadosas de la vida diaria y un interés en la humanidad para crear estas diferentes fases de mi trabajo. Uso a los personajes de los dibujos animados porque funcionan en gran parte del mundo, todos los reconocen inmediatamente. Trabajo con temas relativos al modo a cómo la sociedad se relaciona con las distintas formas de violencia y la creciente aceptación de la brutalidad. En mis trabajos hay casi siempre mucha sangre. La sangre en esta manera exagerada y bizarra, se plantea en contraste con el material. Para mí, la sangre en mi trabajo es también un símbolo de nuestra debilidad, nuestra vulnerabilidad y nuestra impotencia frente al destino.

¿Cuánto tardas en terminar una pieza?
Como puedes ver, todos mis trabajos don hechos a mano y tardo meses en acabarlos. Muchas piezas son muy difíciles de crear, como por ejemplo Miss Piggy, ella tiene más de un metro y medio de altura. En tiempos de producción en masa, parece una paradoja producir algo manualmente, una artesanía. A través de estos procesos cuestiono el valor de lo hecho a mano.

¿Qué estás haciendo ahora?
Trabajo en una serie llamada “héroes rotos”. Superman, El hombre Araña… aún no se ha derramado suficiente sangre en mi trabajo…

Piérdanse en su web que es alucinante.

Otros Graffitis

Si hay algo que alegran las ciudades son los graffitis bien hechos. Reconozco que soy conservadora en ese sentido que a los TAGS (o firmas) no les veo tanta gracia y los rayados que del tipo “pico pal que lea” me parecen feos e inútiles. En Santiago y Valpo ví unos graffitis maravillosos (De hecho, hay en Valparaíso una chica que tiene una colección increíble convertida en imanes para el refri).

Cuando llegué a Barcelona, la ciudad era una suerte de meca del graffiti, con dibujos increíbles que duraron hasta que el ayuntamiento optó por perseguir a los graffiteros con multas espantosas y brigadas que los cubrían de gris.

Esa política de criminalizar el arte urbano se ha extendido por muchos países. En Estados Unidos, sobretodo en Nueva York, la ciudad fue víctima de “la tolerancia cero”. Sobre la cuna de célebres artistas urbanos como Harring, Basquiat o de los delirantes protagonistas de Style Wars (película que se que se puede ver entera en YouTube) cayó la noche oscura de penalizar la pintura callejera.

¿Y qué pasó entonces? La cosa mutó, porque nada se acaba, todo varía.
En Estados Unidos aparecieron distintos grupos que experimentan con otras variantes artísticas del mismo tema, burlando siempre las leyes. Son unos guerrilleros del arte. Los Graffiti Research Lab http://graffitiresearchlab.com se dedican a entregar soluciones a artistas y graffiteros de código abierto (software libre, honey).
Han inventado toda clase de artilugios para atacar el problema de fondo: ¿de quién es el espacio público? , ¿del publicista que lo tapiza con la plata que le da la marca?, ¿de los ciudadanos?, ¿de la municipalidad?

Pues los GRL han inventado una infinidad de cosas para pintar la ciudad. Una es un láser con el cual puedes dibujar sobre edificios y se queda la imagen por unos segundos. También, usando leds,  amarrados a una pila de reloj para darles energía y a un imán, todo pegado con un scotch, ya tienes un color luminoso que se adhiere a cualquier metal.

Alguna vez asistí en Austria a una lluvia de esas luces. Repartieron muchísimas entre la gente y las tiramos a los tranvías que quedaron convertidos en drag queens. Ese mismo sistema lo usan para escribir mensajes subversivos sobre superficies metálicas en lo alto de un edificio, por ejemplo, y los servicios de limpieza de la ciudad no se dan ni cuenta que ha sido hecho a la mala.

Los GRL hacen muchas cosas para liberar el espacio público y conviene perderse en su web. Mucho ojo con el EyeWriter que es una maravilla.

Una de mis favoritas es Knitta Please, el proyecto de la tejana Magda Sayeg que con palillos y lana opta por el ancestral tejido a la hora de alegrar la ciudad, no sólo llenándola de colorido si no que abrigándola.

Hay muchas formas distintas de hacer arte urbano, con papeles, plantillas o fotografías. Todas son bienvenidas.