Sin TONO

“Imagínese lo que es no tener comunicación (en 48 horas) con el Ministerio del Interior, gobernadores, alcaldes, ni las FF.AA. Aunque la haya tenido con Santiago, no sabía lo que pasaba con el resto de las comunas” (Jaime Tohá, intendente del Bío Bío).

“Yo no tendría cómo haber dado la alerta (falsa) de tsunami porque en primer lugar no tengo cómo recibirla, no tengo electricidad, no tengo fax…” (capitán de Navío Luis Burgos, de Talcahuano, a cinco días de ocurrida la tragedia).

“Llamaba por teléfono fijo, por celular y no me contestaba nadie” (Michelle Bachelet).

“Una cosa es que la telefonía celular no funcione, pero otra es que la red de Carabineros, de la Armada…” (Edmundo Pérez Yoma).

El descontrol comunicacional en el que ha estado sumido el país desde la madrugada del sábado 27 de febrero fue reconocido, voluntaria o involuntariamente, por diversas autoridades. Una realidad aterradora ha sido desnudada: un país sísmico, geográficamente aislado y con 4.200 kilómetros de longitud parece no disponer de un sistema eficiente en caso de catástrofes.

La telefonía celular, de la que dependemos por completo, terminó totalmente colapsada por la avalancha de llamados que siguieron al terremoto. La telefonía fija también falló por la caída de postes. Lo más eficiente fue uno de los sistemas más antiguos: la radio.

“Pero para que este sistema de radio sea realmente exitoso en un país tan largo como Chile, se requiere de antenas repetidoras en las altas cumbres que mejoren la calidad de la señal”, dice a CARAS Alberto Maturana, ex director de la Onemi.

Maturana, una de las voces más críticas, no cree en el argumento de que las comunicaciones se cayeron. Tanto las Fuerzas Armadas, la Onemi y todos los organismos de seguridad del país cuentan, según él, con sistemas de tecnología HF (radial de alta fidelidad): “Si alguien dice que se les cayó toda la red HF, es muy fácil rehabilitarla. Si pierdo la corriente y tengo un equipo electrógeno (a petróleo) —y los grandes organismos lo tienen—, cuento con energía para hacerlo funcionar. Si se me cayó la antena, levanto una que puede ser de corto alcance pero tendré comunicación. Es un proceso relativamente simple”. Su afirmación contradice lo afirmado por Carmen Fernández, su sucesora en la Onemi: “No funcionaba ni el sistema de alta frecuencia, ni la telefonía de ningún tipo (…) hay que replantearse profundamente los sistemas de telecomunicación del país”. Para Maturana, quien fuera director de la Onemi por doce años, el factor humano es más fuerte que el tecnológico para explicar este desastre comunicacional: “La hora (del terremoto) conspira en todo el colapso porque ¿quiénes están despiertos a esa hora? El personal de turno, que debe ser el telefonista o el cabo segundo de una unidad”.

HACE CASI TRES AÑOS QUE CARABINEROS DIO DE BAJA SUS APARATOS DE RADIO. En casi todo el territorio, la institución optó por la tecnología trunking y el sistema IP (protocolo de internet) los cuales, si bien son muy eficaces, necesitan de una cadena tecnológica mucho más compleja para funcionar. Además, requieren que algún tipo de telefonía esté activa, o sufren de la misma vulnerabilidad que los celulares frente a la saturación y la falta de suministro eléctrico. La institución policial no cuenta con grupos electrógenos en todos sus cuarteles para poder abastecer de energía este sistema. Los antiguos equipos radiales VHF (muy alta definición) fueron destinados a las ciudades de menos de cincuenta mil personas, y los HF a los puestos fronterizos, quedando con sistemas distintos a los usados en sus centrales.

En el ámbito privado, la situación fue casi coreográfica entre los usuarios. Las millones de llamadas llevaron a una saturación de las antenas. Cuando se cortó la luz, éstas, que conectan con la central y establecen el llamado, tuvieron que funcionar con baterías (que pueden durar seis horas) y con sistemas electrógenos (24 horas) que necesitan cantidades enormes de petróleo. Lo que dificultó más la situación es que mientras los chilenos apretaban insistentemente el rediscado, aunque no hubiese comunicación alguna, la antena recargada consumía energía, gastando las reservas.

“Nuestras empresas tienen un protocolo en caso de catástrofes: primero la columna. Para funcionar tenemos una red troncal que a su vez contiene nodos en las ciudades que, si se cortan, se corta el país. Hubo que reparar la fibra óptica mientras repartíamos suministro energético”, explica Patricio Olivares, gerente técnico de Entel.

La dependencia de las comunicaciones con la electricidad ha sido clave en esta crisis. Un experto consultado por CARAS recomienda mayor inversión en energía solar, ya que con ello se ahorra el desplazamiento del combustible en caso de corte de luz. De hecho, los teléfonos satelitales pueden incluir un kit de emergencia que funciona con paneles solares. Una inversión que, si considerara un equipo por provincia, bordearía los cien mil dólares (más un costo por minuto de casi tres dólares).

Las compañías de telefonía móvil han implementado sistemas paralelos de ayuda como llamados gratis desde los sectores afectados, donación de teléfonos, cargadores para autos, baterías. “En los lugares más recónditos ponemos al servicio de Carabineros un sistema con terminales VSAT (antena para transmisión de datos vía satélite). Hasta ahora hemos aportado más de treinta estaciones satelitales y más de cincuenta equipos. Este tipo de compromisos se establecen cuando se negocian las concesiones”, agrega Olivares.

Andrés Wallis, director de asuntos corporativos de Movistar y Telefónica, explica: “Hemos tratado de recuperar el servicio en los sectores más afectados. Pero en la zona cero el daño de la red fija es tan grande que casi lo único que hay es móvil, porque se cortaron los cables y se cayeron los postes”. Otro paso a seguir es calibrar las antenas. “Muchas se descalibraron por milímetros y eso hace que en algunas zonas se oiga mal o no se conecte”.

Para entender el nivel de catástrofe de la que estamos hablando, las compañías ni siquiera están evaluando los daños. “Eso vendrá el próximo año. Ahora estamos más preocupados de que la gente se pueda comunicar”, concluye Wallis.

¿Y qué pasa en regiones extremas o aisladas como Juan Fernández? Allí la telefonía móvil se reanudó seis días después de que el agua inundó el pueblo. Según la dirección local de Aeronáutica Civil, gracias a su sistema de radio, en ningún momento perdieron el contacto con el continente. En definitiva, lo antiguo…

Chile está muy bien ¿no?

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Si hay un mérito que se le puede reconocer a los actores de la transacción a la democracia en Chile es que en el extranjero la imagen de la economía más neoliberal de Latinoamérica es del tipo suizo. Por ejemplo, los diarios españoles, representantes de más de algún interés económico, hablan de Chile siempre en términos de excepción. Como si allí no hubiera miseria ni corrupción ni siquiera tercer mundo.

Sin entrar en el odioso debate de que los vecinos están peor y blablablá, el reportaje Vivir y/o morir en una zona ocupada de Santiago, del Centro de Investigación y Estudios Periodísticos CIPER es una excelente muestra de lo muy latinoamericana que es la capital de Chile.

El último ranking de The Economist Intelligence Unit ubicó a Santiago como la segunda mejor ciudad de Latinoamérica para vivir. Pero para un sector de su población la realidad es muy distinta. Más de 660 mil santiaguinos viven alejados de los servicios básicos y en medio de traficantes, asaltos, riñas y balaceras. CIPER cotejó estudios e investigó a fondo en las zonas más pobres y vulnerables de la capital y detectó que en al menos 80 poblaciones (barriadas), policías, ambulancias, bomberos, carteros y técnicos de las empresas que suministran agua, luz y teléfono no se atreven a ingresar. Las bandas y grupos de narcos dominan, mientras los vecinos deben vivir con miedo y hacinados en sus casas. Muchos se quieren ir. Pocos pueden. Así vive el sector más desprotegido de la sociedad chilena.

El reportaje multimedia está excelente.

Santiago se lanza a la calle

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Hace mucho tiempo, en la tv chilena pasaron un comercial de un paracetamol. Una pareja bailaba un lento, The Great Pretender sonaba de fondo y una voz o un mensaje escrito decía: que nunca nada te haga perder un buen momento.

El mito urbano decía que la gente menos culta sexualmente, probablemente el 90% de la población chilena en ese minuto, creyó que eso era un comercial de anticonceptivos. PARA-HACER-EL-AMOL era el mensaje oculto tras PARACETAMOL.

Pues hoy me ha llegado este vídeo que piden difundir para que todos aquellos y aquellas que están en contra de la última estupidez del Tribunal Constitucional (la prohición de la píldora del día después y otros medios de anticoncepción), salgan mañana a las calles chilenas a manifestarse.
Yo haré lo propio desde aquí.
Esa sotana ¡fuera de tu cama!