Si hay algo que alegran las ciudades son los graffitis bien hechos. Reconozco que soy conservadora en ese sentido que a los TAGS (o firmas) no les veo tanta gracia y los rayados que del tipo “pico pal que lea” me parecen feos e inútiles. En Santiago y Valpo ví unos graffitis maravillosos (De hecho, hay en Valparaíso una chica que tiene una colección increíble convertida en imanes para el refri).
Cuando llegué a Barcelona, la ciudad era una suerte de meca del graffiti, con dibujos increíbles que duraron hasta que el ayuntamiento optó por perseguir a los graffiteros con multas espantosas y brigadas que los cubrían de gris.
Esa política de criminalizar el arte urbano se ha extendido por muchos países. En Estados Unidos, sobretodo en Nueva York, la ciudad fue víctima de “la tolerancia cero”. Sobre la cuna de célebres artistas urbanos como Harring, Basquiat o de los delirantes protagonistas de Style Wars (película que se que se puede ver entera en YouTube) cayó la noche oscura de penalizar la pintura callejera.
¿Y qué pasó entonces? La cosa mutó, porque nada se acaba, todo varía.
En Estados Unidos aparecieron distintos grupos que experimentan con otras variantes artísticas del mismo tema, burlando siempre las leyes. Son unos guerrilleros del arte. Los Graffiti Research Lab http://graffitiresearchlab.com se dedican a entregar soluciones a artistas y graffiteros de código abierto (software libre, honey).
Han inventado toda clase de artilugios para atacar el problema de fondo: ¿de quién es el espacio público? , ¿del publicista que lo tapiza con la plata que le da la marca?, ¿de los ciudadanos?, ¿de la municipalidad?
Pues los GRL han inventado una infinidad de cosas para pintar la ciudad. Una es un láser con el cual puedes dibujar sobre edificios y se queda la imagen por unos segundos. También, usando leds, amarrados a una pila de reloj para darles energía y a un imán, todo pegado con un scotch, ya tienes un color luminoso que se adhiere a cualquier metal.
Alguna vez asistí en Austria a una lluvia de esas luces. Repartieron muchísimas entre la gente y las tiramos a los tranvías que quedaron convertidos en drag queens. Ese mismo sistema lo usan para escribir mensajes subversivos sobre superficies metálicas en lo alto de un edificio, por ejemplo, y los servicios de limpieza de la ciudad no se dan ni cuenta que ha sido hecho a la mala.
Los GRL hacen muchas cosas para liberar el espacio público y conviene perderse en su web. Mucho ojo con el EyeWriter que es una maravilla.
Una de mis favoritas es Knitta Please, el proyecto de la tejana Magda Sayeg que con palillos y lana opta por el ancestral tejido a la hora de alegrar la ciudad, no sólo llenándola de colorido si no que abrigándola.
Hay muchas formas distintas de hacer arte urbano, con papeles, plantillas o fotografías. Todas son bienvenidas.