El camino es largo y cruza la inmensa pampa islandesa. A un lado se divisan las montañas cuadradas que dan cuenta de la juventud geológica de este pedazo lejano de la Tierra. A veces se divisan fumarolas provenientes de lo más profundo. Rara vez se ve un árbol. Entre las erupciones y los vikingos terminaron por cepillarse los que hubo alguna vez.
El camino es largo y recto y no hay razón para que haga un desvío bordeando esa pequeña colina. Pero sin embargo lo hace. ¿Por qué? Pues porque ahí vive un elfo, lógico.
– “La gente ya no cree en los trolls”, me dice Helga. “Eso fue hace años”.
– “¿Y en los elfos?”, le pregunto.
– “Sí, claro”, me dice como si nada.
– “Come on, Helga!”.
– “A los elfos no los vemos, pero están ahí. Viven con nosotros. Los trolls, en cambio, deberíamos verlos. Se convierten en rocas cuando llega la luz del día. Esas rocas que vez al fondo, se suponen que son trolls a los que les pilló el día tratando de sacar un barco”.
– “¿Cómo se supone que son los elfos?”
– “Altos y guapos. Usan trajes antiguos y son extremadamente nobles”. Viven en las rocas y en las colinas. Los elfos daneses viven en las plantas, los nuestros no”.
En contraste al castrante racionalismo de Europa continental, Islandia es una sociedad profundamente mística. Tiene algo que me recuerda mucho a Chile y su relación con los fantasmas. Nadie que conozca ha visto un elfo pero muchos conocen gente que sí y nadie se anima a negar su existencia.
Muy por el contrario, son parte del día a día. Los caminos se desvían por ellos. Muchas empresas, en sus terreno, tienen pequeñas colinas donde el jardinero no corta el pasto para no molestar al elfo que la habita. No es que todas las colinas tengan un elfo. Son sólo algunas.
Cuando vine hace seis años hubo un caso de un campo de golf en construcción donde el capataz, desoyendo las instrucciones de todos, ordenó barrer con unas rocas y todas las máquinas se fueron rompiendo de a poco y la obra se vio azotada por accidentes estúpidos. Una mujer sabia fue llamada para poner orden y mediar entre los elfos indignados y el pobre emprendedor humillado, quien tuvo que arrodillarse y pedir perdón al viento, deshacer el desaguisado mientras todos los diarios cubrían la noticia del imbécil que ninguneó a los elfos.
Mi amiga Ásta, mientras estudiaba antropología, fue invitada a una muy especial sesión de mediums. Llamarían a un elfo. La mujer entró en trance y procedieron a preguntarles cosas. Pues así supo que los elfos tienen tecnología con muchas poleas, cuerdas y fuego. Antiguamente viajaban en globos pero ahora prefieren colarse en los aviones y así van a visitarse los unos a los otros.
Hay muchas historias de elfos mujeres que seducen hombres. No al revés.