Y Dios creó a la mujer y de ella nació el hombre, debería rezar la Biblia. Claro que por estos días mejor no pedirle a la Iglesia rectificar sus dogmas, que andan agobiados.
Ocurre que en los inicios embrionarios, la estructura es hembra por definición y a las ocho semanas de gestación, un torrente de testosterona convierte el cerebro femenino en masculino.
Lo anterior lo supe tras leer una entrevista a la neuropsiquiatra Louan Brizendine (Catedrática de Psiquiatría de la Universidad de California) quien se ha dedicado a estudiar el seso de las mujeres. Publicó hace unos años El cerebro femenino- best seller traducido a 26 idiomas- , un libro que revisa las distintas etapas por las que pasa el órgano. Son muchas conclusiones e informaciones novedosas.
Las que recojo para este post son las siguientes:
Mientras los hombres entre los 9 y los 15 años multiplican por 20 sus niveles de estrógeno y activan los circuitos cerebrales de persecución sexual, las adolescentes viven altos niveles de estrógeno y progesterona destinados a atraer hombres. La vieja frase de ‘ya le llegará la pretensión’ abraza entonces a la biología. La psiquiatra advierte el peligro de las cirugías plásticas para chicas en esta etapa ya que se están manipulando conexiones neurológicas.
Este primer chute hormonal en el cerebro femenino destinado al apareamiento influye, además, en una baja en los niveles de concentración lo que hace que muchas bajen sus notas en el colegio.
Otro impactante cambio sufren las embarazadas: la biología les encoge el cerebro. No es extraño que se pongan más torpes y más ligeras de mente. Medio año después de parir el cerebro se recupera y se vuelve mucho más eficiente que antes debido que libera hormonas relacionadas con el vínculo afectivo. Exactamente lo mismo le ocurre a la madre adoptiva.
Para que la madre trabajadora sea realmente eficaz -lo que se traduce en que desconecte la amígdala- debe tener certeza de que su cría está a salvo. Por ello, la flexibilidad en el horario de trabajo y las salas cunas en las empresas no son asunto de mercado, son demanda biológica. Lo que sufre la madre es exactamente lo que padece el niño.
Para liberar el stress, las mujeres necesitan intimidad compartida ya que esto libera oxitocina (hormona de apego y vínculo) y dopamina (del placer). Esta se logra conversando con mujeres y si nos empeñamos ciegamente en hacerlo con hombres es sencillamente por un imperativo de la Naturaleza: no quiere la paz entre los sexos, quiere que el ADN se perpetúe.
Louan Brizendine publicó en noviembre pasado el “El cerebro masculino”.