Años atrás, mientras estábamos en el tristemente desaparecido Circus, uno de los bares más punks y divertidos de Reykjavic, me entretuve desde la barra mirando la siguiente escena. La persona que llevaba la puerta de entrada recogía con un brazo a algún borracho inconsciente y mientras sujetaba con la otra mano la puerta y cortaba el paso a la larga cola que esperaba por entrar, arrojaba al beodo hacia la calle. Nadie se le colaba. Todos cuadrados. La responsable de la puerta del bar-discotheque era una mujer, que además no medía más de 1.60 y no se veía particularmente robusta, era sencillamente fuerte.
Por esos días de 2004 me acerqué a conversar con un grupo de mujeres feministas para preguntarles en qué estado iban sus reivindicaciones. Me contaron que seguían luchando por la paridad salarial en todos los ámbitos, que lo habían conseguido en la liga de fútbol (donde la femenina es mucho mejor) y que la verdad sea dicha, no buscaban la igualdad de derechos ya que se consideraban superiores.
Lo anterior puede infartar a cualquiera, pero hay que entender que en la historia de esta isla, llena de mitología vikinga, con más valkirias que vírgenes, las mujeres han tenido que luchar a la par contra las inclemencias del aislamiento y el clima. En tiempos antiguos, mientras los hombres se internaban en las tormentas para ir a cazar -y probablemente morían en el intento- eran las mujeres quienes tenían que cuidar, alimentar y defender a los hijos durante voraces inviernos de más de medio año. El principal peligro eran los osos polares, animales que hasta hoy pueden aparecer muertos de hambres debido a que calentamiento de la tierra los hace naufragar en un trozos de hielo desde el ártico.
Fueron el primer país del mundo en tener una presidenta mujer, quien además era madre soltera y dirigía una compañía de teatro. Hasta el día de hoy es muy admirada y respetada por todo el país.
Hace unos pocos meses Islandia se sumó a la lista de países que permiten el matrimonio homosexual. Su primera ministro, Johanna Sigurdardottir, una mujer muy querida por el país debido a su honestidad y sencillez (va en micro al trabajo), procedió a legalizar su amor con quien ha sido su compañera de años. Nadie se escandalizó y de paso se convirtió en el Primer Jefe de Estado Gay de la Historia.
Incluso me cuentan que la iglesia de Islandia (Luterana) y que por una extraña razón en un país extremadamente laico es estatal, optó porque el parlamento se definiera sobre su papel en las uniones gays y desde hoy están obligados a unir a las parejas del mismo sexo que deseen hacerlo. El día de la legalización, cientos de curas firmaron un enorme aviso en el diario local felicitando al país y ofreciéndose para casar a las parejas gays.
El aborto no solo es legal sino que gratuito. La iniciación sexual bordea los 14 años. El estado provee de guarderías gratuitas y un post natal de 6 meses para la madre y tres para el padre. Los 18 años de gobierno de derecha que acaban de terminar (tras el saqueo al estado y osadas operaciones bancarias que terminaron por arruinar a la nación) han recortado las garantías maternales alcanzadas por los social demócratas. Si antes las guarderías eras desde los 18 meses, hoy son desde los 24.
Los dejo con el videoclip de The Sugar Cubes, el grupo célebre grupo de Björk, con la canción Regina, sobre la historia real de una islandesa que parió mellizos de 6 kilos cada uno: