La victoria de la derecha chilena ayer ha sido alcanzada por el mismo universo electoral que sacó a Pinochet del poder y que votó a los cuatro presidentes concertacionistas
A nadie le ha sorprendido en Chile el triunfo electoral del empresario Sebastián Piñera, aunque sea la segunda vez en la historia republicana del país que un derechista llega al poder por la vía democrática. Todas las encuestas lo daban como ganador y, tras la primera vuelta electoral, quedó de manifiesto el desgaste de la coalición gobernante que alcanzó un tibio 29% con el demócrata cristiano Eduardo Frei. El 51,6% alcanzado por Piñera se comenzó a celebrar ayer a eso de las 18ºº hrs. locales (22ºº hora peninsular) cuando el ex presidente Frei reconoció públicamente su derrota.
La Concertación, aquel pastiche de partidos unidos desde hace 20 años por el antipinochetismo y liderados por bandos tan disímiles como la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, ha perdido el poder pese a que la presidenta Bachellet alcanza niveles inéditos de aprobación popular (alrededor del 80%).
Desde que se restaurara el sistema electoral (1988), la ley chilena establece el voto obligatorio previa inscripción voluntaria. El resultado ha sido que más de dos millones de jóvenes no se han inscrito a lo largo de 20 años por lo que la victoria de la derecha chilena ayer ha sido alcanzada por el mismo universo electoral que sacó a Pinochet del poder y que votó a los cuatro presidentes concertacionistas.
Durante toda la campaña la derecha ha enarbolado el fin de la corrupción como en su minuto la Concertación lo hizo con la defensa de los derechos humanos. Los desafíos de Piñera en el gobierno son bastantes. El empresario es una rara avis dentro del mundo derechista que nunca lo ha mirado con buenos ojos por su perfil poco político y anti pinochetista. Piñera está rodeado de históricos representantes de la derecha pinochetista y con una habilidad comunicacional notable ha sido capaz de desmarcarse de la figura del ex dictador y de no dar ningún nombre de su futuro gobierno.
A la espera queda si cumplirá su promesa de vender sus millonarias empresas que han registrado alzas accionarias de hasta el 56% en los últimos días. También habrá que esperar cómo gobernará con una alianza de derechistas y ultra derechistas que nunca se han llevado bien y con mayoría opositora en el congreso.
La Concertación también tiene sus temas pendientes. Entran a la oposición entre recriminaciones mutuas por el fracaso, el fantasma de la disolución y salpicados de escándalos de corrupción que no cesarán con el fin del poder. Ahora deben resolver si cada partido toma su lado, es decir, la izquierda se reordena como tal y la democracia cristiana opta por coquetear con la derecha, como ya lo hizo en tiempos oscuros.
La economía más neoliberal de América Latina ha tenido una jornada electoral tranquila y civilizada. Ahora queda por comprobar si el discurso de unidad nacional y el concepto de centro derecha creado desde el seno del piñerismo consigue imponerse en un país históricamente dividido y lo más importante, si la derecha logra el mayor desafío de todos, que Chile deje de estar entre el 12% de los países más desiguales del planeta.