Michael Haneke es uno de los cineastas vivos más destacados del mundo y por primera vez en su carrera compite en los premios de la Academia de Hollywood. Ganó la Palma de Oro en Cannes y los premios de Cine Europeo con su última película donde se hunde en las raíces de la generación que abrazó el nazismo,
En el mismo instante que Sebastián Piñera y sus seguidores celebraban en la plaza Italia el triunfo electoral, muchos chilenos suspiraban de desilusión no por un malestar político sino por una derrota artística. La premiada cinta La Nana no había ganado en la ceremonia de los Globos de Oro, donde estaba nominada a mejor película extranjera junto a Los Abrazos Rotos entre otras tres películas. La actriz Catalina Saavedra, el director Sebastián Silva y el guionista Pedro Peirano, junto los directores Giusseppe Tornatore y Pedro Almodóvar, vieron como el premio se lo llevaba un filme en blanco y negro de nombre impronunciable, Das Weisse Band (La Cinta Blanca). Transmitiendo en directo para un canal nacional, un periodista chileno no supo ni el nombre de la película ni el nombre del director ganador. Se limitó a decir, como si se tratara de un mundial de fútbol o de los Juegos Olímpicos: “Ganó Alemania”.
¿Quién era es artista que le había arrebatado la ilusión a un país debutante? ¿Qué había detrás del esas lejanas imágenes de una aldea puritana para eclipsar a la voluptuosa Penélope Cruz en las Islas Canarias?
Pues la rotunda mano de Michael Haneke, considerado por algunos como el más controversial cineasta europeo.
El director austriaco es un desconocido por las masas y no es de extrañarse ya que su carrera y su obra la ha hecho absolutamente fuera del cine comercial y del lenguaje que este demanda. Pero el prestigio y la calidad imborrable de sus películas le han llevado a arrasar varias veces en los premios europeos y lograr prodigios como mantenerse 33 semanas seguidas en la cartelera de Estados Unidos.
A sus 67 años, Haneke ha realizado diez películas para el cine, entregando trabajo duros, difíciles para el espectador, donde la violencia es latente, soterrada, agobiante y el humor y la esperanza sencillamente no existen. No es gratuito que sus primeros trabajos fueron para televisión ya que es desde allí donde nace su crítica y su análisis a la violencia a la que estamos sometidos hoy en día.
Su debut cinematográfico llegó en 1989 con El Séptimo Continente, convirtiéndose en el inicio de una saga de películas perturbadoras que buscan la inspiración en el lado más oscuro y bajo del ser humano. Basándose en un caso real que azotó a Austria, Michael Haneke reproduce la decisión de una familia de suicidarse a puerta cerrada ante la abismante idea de seguir una existencia alienada. Todo ante la calma mortal que reina entre sus vecinos que piensan que la familia está de viaje. Las imágenes son psicológicamente pavorosas y el espectador no tiene tregua al ver cómo la pulsión suicida impone su terror al cotidiano y su necesidad de calma mental sobre el instinto de supervivencia.
Algo de ello hay en la premiada Das Weisse Band en su intento de explorar las raíces de la perversión humana. Filósofo y psicólogo antes que cineasta, Haneke reconoce que en su “mente tenía claro que quería hacer una película sobre cómo todo ideal se pervierte”. Es por ello que su última obra se traslada a una aldea de Alemania del norte en 1913, justo antes que estalle la Primera Guerra Mundial, para entender a la generación que en 1933 abrazaría el nazismo. Aplastada por un rígida moral protestante, con adultos que imponen códigos morales absolutos, severos y duros a unos obedientes niños que no cuestionan y rara vez sonríen. Un niño atado a una cama para que no se masturbe, un pequeño deficiente mental brutalmente torturado, incesto, humillación, suicidio ocurren silenciosos mientras recorremos las familias del Barón, del pastor, del médico y de los campesinos. Todo entre en lento pasar de los días y las noches iluminadas con velas. La voz en off de un anciano que rememora los extraños y brutales acontecimientos que azotaron la aldea años atrás sirve de transición para una historial cruel y sin respuestas.
Los adultos no tienen nombres, sólo los niños, quienes juegan una papel protagónico lejano a la alegría. Para Haneke, “los niños no son ni mejores ni peores que un adulto, son sencillamente más desvalidos. Las heridas psicológicas que sufran las podrán reprimir por un tiempo pero todo lo que duerme se despertará algún día”.
Por ello el riguroso casting se hizo entre más de siete mil aspirantes hasta encontrar los que actuaran bien y que tuvieran parecido físico a las fotografías de época.
Haneke ha dicho que con Das Weisse Band ha querido buscar la semilla del nazisno. Pero el espectador encontrará siquiera una mención a los nazis.
“¿Por qué la gente sigue una ideología?”, se pregunta Haneke, “El fascismo alemán es el mejor ejemplo de un delirio ideológico. Los adultos de 1933 y 1945 fueron niños durante los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. ¿Qué los hizo susceptibles a seguir a un embaucador? Mi película no intenta explicar el fascismo alemán. Explora las precondiciones psicológicas de sus adherentes. ¿Que cosa en la formación de las personas los hace que deseen abandonar sus responsabilidades, qué los hace odiar?”, plantea Haneke.
La idea del lazo blanco que le da el título a la película, proviene del castigo que el rígido pastor le impone a sus hijos preadolescentes. Atado a sus brazos, el color blanco les recordará la pureza que deben seguir siempre.
La atmósfera asfixiante sobre una postal de vida plácida está siempre en sus películas. En Funny Games, por ejemplo, Haneke presenta la violencia en toda su obscenidad durante el largo fin de semana de un familia burguesa que cae bajo los apremios de una pareja de psicópatas cultos y bien vestidos. Haneke llega hasta involucrar al espectador haciendo que uno de los personajes le pregunte a la cámara su opinión e incluso rebobina escenas para cambiar el desenlace. Es tal el horror de esa violencia sin imágenes que corre por Funny Games que en muchas las funciones comerciales, los espectadores sencillamente abandonaron la sala.
Haneke ha dicho que este filme fue una respuesta a Asesinos por Naturaleza de Oliver Stone donde, a su juicio, los actores, el montaje y el guión estaban en función de glamorizar la violencia cuando ésta no tiene nada rescatable.
En 2008, una década después del éxito de esta película, el austriaco finalmente aceptó la oferta de hacer un remake en Estados Unidos pero puso sus condiciones, la dirigiría él y a su manera. Fue así que Naomi Watts y Tim Roth padecieron, cuadro a cuadro, los mismos horrores que aquella pareja de actores alemanes diez años atrás. Haneke volvía a imponerse y no cedía ante el final feliz que demandan los productores de EE.UU.
Fue con La pianista y Caché (Escondido) que obtuvo la Palma de Oro en Cannes como mejor director y mejor película, respectivamente. En La pianista, tomó la novela homónima de su compatriota y premio Nobel Eifride Jelineck, para llevar al cine una historia protagonizada por Isabelle Humppert quien interpreta a una cuarentona profesora del conservatorio que entabla una relación sadomasoquista con un alumno de 17 años. Mutilaciones, dolor, culpa y emociones reprimidas son las feroces reacciones a la moral burguesa que aplasta a la mujer que aún vive con su dominante madre.
Con Das Weisse Band Haneke vuelve a la culpa, a la moral asfixiante. “Nuestra cultura está marcada por el judaísmo y el cristianismo, y eso hace que llevemos en las entrañas el sentimiento de culpabilidad. No soy un adicto a es, pero la idea de filmarla me ha obsesionado. A lo largo de una década llené mi biblioteca de manuales de educación de los siglos XVIII, XIX y XX, que me han servido de inspiración y apoyo para esta historia, sobre todo para los diálogos”, explicó recientemente Haneke al diario español El País.
Culpa y cristianismo es el sustrato de su última película. “Cristo vivió una vida de amor y compasión pero la Iglesia promovió las cruzadas y la Inquisición ante quienes pensaban distinto. Todas las religiones son profundamente humanas en su base pero en el momento que se transforman en una Iglesia, cualquiera que piense distinto se convierte en un enemigo. Las montañas de cadáveres esparcidos a lo largo de la Historia han sido el resultado de convicciones religiosas y políticas”.
Das Weiser Band es la primera nominación al Oscar del austriaco y se perfila como una de las favoritas de la Academia. Competirá junto con dos sudamericanas, la argentina El Secreto de sus Ojos y la peruana La Teta Asustada. También están en la lista la francesa El profeta y la israelí Ajamí. La ceremonia de los Oscar será el 7 de marzo.