Según un artículo del New York Times, cada citadino ve 5 mil avisos publicitarios diarios. Según una entrevista al investigador publicitario Martin Lindstrom en La Vanguardia, al final de sus vidas, cada occidental habrá visto por lo menos 2 millones. No me dan los números pero ambas cifras son chungas.
Los artistas Ton Meijdam, Thom Snels y Béla Zsigmond hicieron la siguiente animación para el Museo De Beyerd, museo holandés para el diseño gráfico.
Kaapital se llama la obra y la describen como una impresión a la enorme cantidad de publicidad a la que estamos sometidos en este prototipo de ciudad holandesa.

En comparación con la publicidad que he visto en Santiago, la ciudad que ellos muestran se me hace liviana.
Cada año que voy a la capital chilena me impresiona más la publicidad. Todo, todo, todo tapizado de publicidad. El metro, con vagones temáticos por dentro y por fuera; los escalones, los pasos de cebra…Y la tele es mención aparte. Los lectores del tiempo tratando de vender detergente entre provincia y provincia y chubascos matutinos.
Y lo más curioso es la pasividad de la gente y como les han metido el argumento de que de ahí se saca dinero pa no sé qué cosa. La ciudad sigue igual de injusta, enduedada e invivible que cuando me fui y además hay que agregarle una paranoia terrible a la delincuencia. Pero ese es otro tema

Le comentaba a una amiga periodista que tiene tribuna en los medios de todos los formatos que esto me escandalizaba. A ella la conversación la inspiró para escribir una columna diciendo que a la gente que se va se le olvida que Chile es un país pobre -como si eso se pudiera olvidar- y que necesita de estas cosas para financiar básicamente todo. Yo pensaba en la miopía que tienen los chilenos respecto al extranjero y histeria a la hora de recibir críticas de los que nos fuimos mientras leía la respuesta que nunca me dio a la cara.
Conversábamos con otra amiga de lo caro que estaba Stgo., que había cosas más caras que en Barcelona e incluso que en Londres, según contaba otra que andaba de visita por esos días. Mi amiga, siempre aguda y sin conseciones me dijo

«El día que cobren 300 pesos por cruzar el Parque Forestal la gente dirá: Ahhh, pero 300 pesos no es ná«.

Además agregaba algo que parece de perogrullo pero desgraciadamente para el inconsciente colectivo local no lo es:

«Hay cosas que deben ser gratis».


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