Ya se acabó el Día de la Madre así que podemos entrar en un tema que salta en mis manos como papa caliente: el fin de la especie humana. Es tan fácil como no reproducirnos más. Nos quedamos los que somos, vamos muriendo y el último apaga la luz. Y todo esto por amor a la Madre universal, la Madre Naturaleza.
Por muy delirante que esto suene, existe en el mundo el Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria, y sus simpatizantes- ecologistas radicales- toman el nombre de vehementes por sus siglas en inglés: VHEMT.
La lógica es la siguiente: si el ser humano ha hecho tanto daño a la naturaleza, la manera más gentil de revertir tamaño virus en el que nos hemos convertido es dejar de multiplicarnos y desaparecer. No se trata de suicidarnos ni de salir a matar al tercio de humanidad sobrante, según calculan algunos biólogos demográficos. Los mismos que dicen que para que la Tierra y nosotros respiremos tranquilos -como un mexicano de clase media para ser exactos- deberíamos ser unos 2.000 millones, cifra que pasamos hace 75 años (vamos por los 6.800 millones).
Sabemos que la industrialización y el crecimiento desmedido están agotando los recursos naturales, varias especies se han extinguido o están en peligro y actualmente la atmósfera a penas soporta los gases del efecto invernadero. Cosa de ver los niveles de cáncer a la piel y el apocalíptico índice de radiación que adorna Santiago en verano. No es raro, entonces, vernos como un virus dentro de la historia de la Tierra.
Pues el VHEMT propone desaparecer. No lo impone. No son una organización sino un movimiento. No piden cuotas ni hacen lobby político ni tienen reglas impuestas o castigadoras. Tampoco promueven el aborto. Califica la gente con o sin hijos, siempre y cuando estén dispuestos a dejar de reproducirse. De hecho, existen tres maneras de relacionarse con ellos: como voluntario, simpatizante o simpatizante potencial.
Aunque como VHEMT se conoce desde en 1991, fue el regreso de Les U. Knight de Vietnam donde comenzó todo. Horrorizado por el Napal y otras gestas espantosas de su país, Knight se vinculó a movimientos medioambientales, pasó por el Zero Population Growth, una organización es Estados Unidos que luego se reformularía en Population Connection, que -sin entrar en mayores detalles- persigue el control de la natalidad. Más tarde y como opción personal se hizo una vasectomía.
Tras fundar el VHEMT no se identifica como líder ni como vocero aunque es una de sus caras más reconocibles. Aparece en muchas webs e incluso el Discovery Channel hizo un capítulo con él para el Focus Earth llamado No más Niños.
Allí aparecen datos como el siguiente: investigadores de la Universidad de Oregon calcularon que la “huella de carbono” (el rastro de CO2 que deja una existencia) de un niño que nace asciende a 9 mil toneladas de CO2, equivalente a lo que 1700 autos liberan en un año.
Los vehementes dicen, también, que por cada una criatura que deja de nacer, se preservan 5.6 hectáreas de tierra reproductiva en el Reino Unido.
Les encantaría que pudiéramos vivir en armonía con la biósfera pero como no lo hemos hecho nunca, que al menos lo hagamos mientras procedemos a extinguirnos. Su lema lo resume muy claro:
“Que vivamos largo tiempo y luego desaparezcamos”