Cantando bajo la esvástica

La historia fundacional del Chile mestizo es la historia de la inmigración. Europeos que se escapaban de la hambruna, la injusticia, las guerras y buscaban nuevos horizontes. Inmigrantes chinos y orientales que traían como esclavos a construir trenes. No faltó mucho tiempo cuando desde esa lejana tierra comenzaron a salir habitantes en busca de una mejor vida. Muchos hacia Europa. Ha pasado siempre y sigue pasando ahora y como la historia la cuenta los vencedores, casi desconocemos el volumen y las historias de todos aquellos compatriotas que dejaron Chile.

La de Rosita Serrano es la historia de una inmigrante chilena quien curiosamente la descubrí una tarde en Berlín gracias a otro inmigrante chileno, el Lolo Mario, uno de los personajes más fascinantes que ha engendrado nuestra tierra ingrata y que de paso tiene la colección de vinilos de música chilena más exquisita y extensa que exista. Me contó mientras chupaba un mate que se había obsesionado con Rosita Serrano.

 

¿Quién era ella? Una joven con cantar de pájaro llamada María Martha Esther Aldunate del Campo que llegó junto a su madre, a los 22 años, a la Alemania tres años antes que estallara la segunda guerra, hechizando a la jerarquía del poder que no era menor. Eran los nazis.

Era una época donde no se podía silbar en los escenarios. Simplemente no se hacía. Pero ella se lanzó con su cantar de agudo, su silbar de golondrina y comenzó a buscarse la vida. Rápidamente se cambia el nombre al de Rosita Serrano, firma con un sello llamado Telefunken quien le despeja el camino por las radios y escenarios, hasta llegar a cantarle al mismísimo Goebbels.

Rosita Serrano hechiza a los líderes nazis. Le abren sus puertas y comienza a rodar películas y hace discos y llena teatros. La bautizan como el Ruiseñor Chileno. Veo esas imágenes y la chilena, con grandes salvedades y en otra época, es una suerte de Carmen Miranda pero que compite en popularidad con la Dietrich, quitándole todo guiño sexy.

El documental “Rosita Serrano, die chilenische nachtigall” (“Rosita Serrano, el ruiseñor chileno”, 1988), dirigido por el alemán Dietmar Buchmann, subtitulado al castellano por el gran Lolo Mario y exhibida en Santiago durante el festival de documentales In-Edit de 2008, agarra material de los años gloriosos de la viñamarina y la reencuentra años después, viviendo con su marido en algún lugar de Europa. Es altiva, elegante, con modos de diva. Allí está un fan que ha coleccionado cada cosa de ella con devoción.

Rosita Serrano explica su paso por el nacionalsocialismo. Dice que no tenía idea de lo que estaba pasando y que tan poco era lo que sabía que tras dar unos conciertos en Suecia en beneficio de los judíos en plena guerra, se le acabó el glorioso manantial de Führer y pasó a ser una persona non grata. Se exilió en Suecia, de ahí fue a Estados Unidos dispuesta a internacionalizar su carrera y terminó en Chile, donde murió en 1997. Dicen que murió en la pobreza. Pero siempre dicen muchas cosas.

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