Mi extraordinaria ex jefa sugirió escribir el obituario de Mario Benedetti durante algún mes del año pasado. El poeta uruguayo había tenido una crisis de salud, olía a autopsia y había que despedirlo, enterrarlo y recordarlo. «Ayer maté a Benedetti», me repetí durante todo el día siguiente cuando los teletipos anunciaban la mejora en la salud del vate.
No es fácil hablar en pasado de alguien que está vivo y que además le tienes aprecio. Para mí Benedetti fue el poeta de la adolescencia, cuando nos gritábamos el No te salves a la cara o nos prometíamos que usted puede contar conmigo. No era el más grande, pero pucha que era pop.
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Hacía tiempo que el uruguayo Mario Benedetti (1920-2008) estaba triste y sólo su pasión por el fútbol le devolvía la alegría. A veces lo hacía la escritura, «pero según el estado de ánimo es mi jardín o mi guarida» dijo hace un tiempo.
Su mujer, la compañera de los años más duros del exilio político en los ’70 y de las glorias literarias había muerto tras un devastador Alzheimer unos años antes y a Benedetti se le llenaban los ojos de lágrimas tan sólo recordar su partida.
Se habían conocido de niños y durante su adolescencia él le escribiría delirantes poemas de amor que ella nunca contestó. Pero un día, cuando Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia («esas costumbres italianas de meter muchísimos nombres…») yacía enfermo de tifus con fiebre y diarrea mediante, Luz lo visitó y le dio un beso en esa boca en cuarentena. «Hasta el momento yo no había creído que fuese tan tierna, inconsciente y osada», recordaría más tarde.
El 23 de marzo de 1946 se casaba con Luz López Alegre. «Es que casarse con alguien que lleva la luz y la alegría en su nombre parece una buena inversión».
Nació en 1920 en Uruguay. Su infancia fue muy pobre debido a una estafa que sufrió su padre. No pudo terminar la secundaria pero siempre abrazó la lectura y desde muy niño comenzó a escribir. Trabajó como funcionario y periodista a la vez para distintos medios uruguayos. Fue tras su experiencia estatal que escribe Poemas de oficina que le da un peso como poeta en la escena literaria. Su novela La tregua ha sido lejos su obra más famosa, con más de 150 ediciones desde su publicación en 1960. Fue además adaptada al teatro, la radio y la televisión y, en 1974, al cine.
«Cuando me entierren, por favor no se olviden de mi bolígrafo», escribió una vez. No fue un verso gratuito. Benedetti fue uno de los más prolíficos escritores que se recuerde por estas latitudes. Su obra incluye novela, poesía, cuentos, teatro, ensayo, artículos humorísticos, crónicas periodísticas, guiones y letras de canciones.
Sus poemas se incluyeron dentro del guión de El lado oscuro del corazón de Eliseo Subiela donde aparece interpretando a un poeta alemán. Esa lengua la dominaba a la perfección ya que había estudiado en el Colegio Alemán de Uruguay hasta que su padre lo sacó en 1933 porque lo obligaban a hacer el saludo nazi.
Lo de Subiela no fue la única vez que alguien utilizara su poesía para otras artes. Allí estuvieron Serrat, Pablo Milanés, Daniel Viglieti y muchos otros aprovechando el verso fértil y conmovedor de uno de los poetas más entrañables de Latinoamérica.
«El olvido está tan lleno de memoria»
Se va Benedetti y nos deja más de 80 libros incluyendo las antologías publicadas. Su verbo, de nostalgia concurrida, habla por un hombre que ha vivido el dolor y la tristeza pero también la esperanza.
Benedetti perteneció a la generación del ’45 junto a Juan Carlos Onetti. Abrazó las causas izquierdista de los sesenta y así le fue. Lo persiguió la dictadura uruguaya y el ’73 tuvo que exiliarse en Buenos Aires. De ahí lo expulsaron y huyó a Perú donde tampoco le fue mejor. Finalmente Cuba le tendió una mano y el diario El País más tarde otra y se instaló en España.
El regreso a Uruguay no fue fácil y lo resumió inventando una palabra: el desexilio. «El olvido está tan lleno de memoria que a veces no caben la remembranzas y hay que tirar rencores por la borda», escribió en Desaparecidos.
Desde entonces se instaló en Montevideo junto a Luz. No tuvieron hijos y fueron inmensamente felices.
quien mas que tu iba a escribir semejante oda al uruguayo lindo..
gracias, muchas gracias!!
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Gracias por escribirlo. Has descrito su vida, lo más esencial. Sólo puedo decir que fue, es y será un grande. Lo amo.