Cuando se casó Lady Di con el Príncipe Carlos, en el colegio nos dejaron entrar más tarde para que no nos perdiéramos el bodorrio que, por la diferencia horaria, se emitía como a las dos de la mañana. Al día siguiente la profesora nos hizo hacer un dibujo de esta boda lejana de gente blanca como el papel y yo hice el perfil de la novia, dentro del carruaje, saludando a una multitud eufórica. Mi dibujito pintado con lápices de colores fue soleccionado para una exposición de otros niños sudamericanos que habían pintado el mismo evento y no lo ví más.
Creo que al año siguiente fue cuando me compré mi primer cassette. Mi hermana me torturaba con canciones de protesta, con mucha zampoña, charango y letras trágicas; nuestra habitación estaba empapelada con niños etíopes con ojos con moscas y John&Yoko en pelotas. En uno de los primeros gestos de autonomía artística, y entre acusaciones de alienada e imperialista yanki, le pedí a mi viejo que me comprara Thriller. Lo escuché y lo bailé hasta que estallamos juntos. Temblaba de miedo con Thriller y como prueba a mí misma, la escuchaba con las luces apagadas para luego adelantarla y ponerme a saltar con Beat It.
Mil años después, cuando se murió Lady Di estábamos de borrachera en el improvisado cuartel de bomberos de cierto pueblo perdido en el Pacífico Sur. Recuerdo que bailábamos al son de una radio mal sintonizada y de pronto se interrupió la música para dar la noticia «del desceso de Diana de Gales». Hubo un silencio desconcertante, algunos comentarios de sorpresa y después la programación musical siguió con Billie Jean y nosotros como si nada. Creo que por esos días azotaba la corriente del Niño y el pueblo entero era un barrial inmenso donde los coches quedaban atascados y los zapatos enterrados. Menos los que bailábamos a-lo-Michael-Jackson que podíamos hacer todos esos pasos imposibles que él bordaba en el aire y que aprendimos de niños.
Y hoy no sé, como que me dan ganas de vestirme de negro con calcetines blancos y caminar todo el día para atrás. Siento que este luto sí que es universal, que este rey era realmente pop.
adiós jacko, te extranaré por siempre