Los titulares de la crónica roja hablan de las bajezas humanas. Pero cuando son curiosos y únicos generalmente revelan algo perverso de las sociedades donde ocurren. En nuestro Chile consumista y precario una copiapina dejó encerrada a su hija de dos años en el maletero del auto para ir de compras. Así como las matanzas perpetradas por adolescentes armados con metralletas en algunas escuelas de Estados Unidos son expresiones enfermas de ese país, el secuestro de la niña austriaca habla de un lado muy oscuro de esta sociedad centroeuropea.
Justo cuando caminaba por las imperiales calles del centro vienés, entre construcciones gloriosas, jardines impolutos, estatuas resplandecientes y un silencio que sólo Austria puede concebir en el espacio público, una chica de 18 años corría por un suburbio cercano a la capital pidiendo socorro a sus vecinos. Era Natascha Kampusch quien recuperaba su libertad después de 8 años de secuestro infernal a manos de un perturbado con vida silenciosa, pocas amistades y jardín bien cuidado. Un austriaco medio digamos, a excepción del secuestro.
Mucho se ha especulado acerca de este hombre, lo cierto es que vivía en un suburbio de clase media baja y recibía una herencia que le daba una vida cómoda en uno de los países con mejor bienestar social del mundo. No era millonario ni vivía en un barrio miserable y su viejo BMW no es nada del otro mundo en los países europeos. Desde su suicidio al día de hoy, los medios no han parado de cubrir la noticia con cahüines y las pocas verdades que ha permito Natascha y su séquito de especialistas que se sepa de ella y su tragedia.
Vivir este hecho en Austria fue para mi morbo profesional más que un privilegio. Por esos días las únicas imágenes disponibles de ella eran el retrato robot, las albinas piernas de la chica saliendo de la comisaría que dejaban entrever bajo la frazada su dramático encierro y la foto de la niña de diez años que algún día empapeló las calles austríacas en su búsqueda. Los vieneses con quienes hablé recordaban perfecto aquel caso. Salvando las diferencias, la desaparición de Natascha tuvo la misma cobertura y trascendencia que nuestro Rodrigo Anfruns el año 1979, pero esta vez con final feliz. Recordaban la pelea entre los padres que hasta el día de hoy se llevan pésimo o que un investigador privado y un juez tenían la teoría que la madre estaba involucrada y por eso llevaron bulldozers para buscar su cadáver en el Danubio.
Muchos austriacos con quienes hablé argumentaban incómodos que todo estaba inflado por los medios. Si una niña es secuestrada a los 10 años y durante ochos años vive en un barrio residencial a 10 kilómetros de sus padres, rodeada de vecinos que lo único que atinan a preguntarse es por qué esta niña que súbitamente apareció en la casa del vecino parco entra por el garaje y no por la puerta principal y luego logra escaparse de su captor ocho años después, quien para más remate se lanza a la vía del tren a las pocas horas, perdónenme, pero esto no está inflado por los medios. Es una ópera contemporánea, una tragedia austriaca que sienta un hito en la historia criminal y que, claramente, no les acomoda en su imagen tranquila, civilizada, de glorioso pasado imperial.
A la par con la avalancha noticiosa y especulativa, en Austria comenzó la crítica a como se estaba violando la intimidad y el derecho a la privacidad de la adolescente. Columnas en los diarios, distinto tratamiento de la noticia en los periódicos más serios, sobretodo las conversaciones con todos los austriacos que ví durante esas dos semanas. Ya no querían más. Tampoco podían entender mi interés en hablar del tema. A todos los cubría un suerte de pudor y vergüenza y decían estar cansados del caso que recién había empezado pero todos habían leído o escuchado algo. Bastaba empujar un poquito y regar las conversaciones – tarea extremadamente fácil a este lado de los Alpes- para que se les soltara la lengua, siempre a medio camino entre el pudor y el morbo.
Digo esto porque a los habitantes del ahora pequeño país no les gusta hablar ni de ellos mismos ni de nada que sobrepase los límites de lo que ellos consideran íntimo, que generalmente está relacionado con miserias humanas. “Mi casa es mi reino” es el lema que manda en Austria y todos los vecinos amononan sus hogares que en algunas zonas parecen fotocopiadas, con florcitas en los balcones, cortinitas de crochet en las ventanas y orden, mucho orden y limpieza. Que se note el trabajo y la ausencia del pecado capital: la flojera. Todo lo que ocurre de la puerta de entrada hacia la casa es materia privada. Exclusivamente privada y nadie violenta este undécimo mandamiento en uno de los países más católicos de Europa. Cuando este principio se entiende bien, como generalmente lo hacen, se traduce en un liberador “vive y deja vivir”. Pero en esta crónica estamos hablando de lo perverso, no de las muchas virtudes que poseen.
Sólo así se puede explicar que el año pasado una vecina de la ciudad de Graz (cuna de Gobernator) parió y asesinó no a uno si no a los cuatros hijos que tuvo con su novio y luego los escondió en el refrigerador comunitario del edificio donde vivía y en otros lugares no menos sórdidos y nadie, ningún vecino ni conocido alertó a la policía que a esta mujer se le esfumaban los hijos al parirlos. Sólo un vecino lo hizo cuando, buscando un helado en el refrigerador, se encontró con el horror. Pero ya habían pasado cuatro partos.
Inexplicable es también que la chica Kampusch haya estado ocho años viviendo en una tranquila calle residencial, con mayoría de vecinos jubilados que no hacen más que arreglar el jardín y mirar a través de la ventana, -algunos con binoculares (lo digo por experiencia propia)- y que nadie hubiese denunciado algo extraño. Mal que mal todos supieron que la niña había desaparecido y algunos han reconocido haberla visto desde hace algún tiempo en la casa de Priklopil, el secuestrador.
El tema es tan grave que llega a ser política pública y el Estado emprende desde hace algún tiempo campañas de coraje civil para que la población se involucre con el otro y denuncie a los vecinos maltratadores, por ejemplo. Natascha ha dicho que una vez que salió a la calle pidió ayuda no a uno si no a tres vecinos y sólo la última, una mujer que empezó a regañarla por pisarle las flores, fue quien finalmente la ayudó.
La cabeza de Priklopil es un laberinto que se lo llevó el tren. El tipo estudió milimétricamente su plan para crear a una mujer ideal ya que su ilusión era tener una familia normal. Fue así que construyó la pieza en el subterráneo -donde muchos austriacos tienen un búnker subsidiado por el gobierno luego de la Segunda Guerra Mundial- y escogió a la niña específica. Si no era ese día, sería el próximo. Natascha no se iba a salvar.
En los austríacos todo pasa por la cabeza y por una lógica intelectual pulcra y calculada y un peso moral tremendo y oscuro. Todo lo que huela a sentimiento entra en el ámbito de la intimidad que es un concepto tan amplio y vago que las cosas más mínimas rayan en la indiscreción. La gente asiste muy poco a terapeutas y el alcohol es un problema social muy extendido. No es gratuito que se encuentren dentro de los países con mayor índice de suicidios del mundo. La gente se saluda de la mano por un buen tiempo hasta que consideran que se pueden besar. Madres e hijos se saludan de la mano, tíos y sobrinos también. No es de extrañar que Natascha se quejara porque los medios mostraran el zulo donde vivió todos estos años. Era una indiscreción al espacio privado, algo tan íntimo que ha pedido a su abogado conservar la casa donde vivió su secuestro porque era su casa.
Curiosamente este año 2006 Austria conmemora los 250 años del nacimiento de Mozart por lo alto, con sendas exposiciones y conciertos por todo el país. El austriaco más universal que muriera ninguneado por la corte imperial es el foco de los vítores alpinos, con homenajes espléndidos como la exposición monográfica en el museo Albertina. A la par de estas festividades, de manera muy tímida y más bien por oportunismo turístico, se celebran también los 150 del natalicio de Freud, padre del sicoanálisis, quien fraguara aquí en Viena su teoría que revolucionó la manera de entender al ser humano. Quizás si los vieneses no hubiesen sido neuróticos dignos de análisis Woody Allen nunca hubiese podido tirarse 15 años en un diván a delirar guiones. Pero los austríacos no hablan de Freud. Actualmente hay sólo una exposición en su casa museo que el psiquiatra abandonara ante la llega de los nazis a la capital. No le reconocen su mérito y se quedan sólo en lo obsoletas de sus teorías basadas en la represión emocional y sexual. El desdén hacia Freud es tan grande que en la facultad de Psicología de la Universidad de Viena no hay cátedra de Psicoanálisis. Ya lo dijo otro austríaco universal, el escritor Thomas Bernhard que en 1982 publicara El Sobrino de Wittgenstein, un relato a travesado por la crítica a su país: “Los vieneses, esa es la verdad, ni siquiera han reconocido hoy a Sigmung Freud, en efecto, ni siquiera han tomado nota de él, ésa es la verdad, porque para eso son demasiado pérfidos”.
Escudriñar en las represiones y peor aún, meterse en sus sueños y pretender terapearlos a punta de verdades y traumas es algo que se paga caro aquí. Si no pregúntenselo al único premio Nobel de Literatura que tiene el país, Elfriede Jelinek. “La existencia en Austria es una realidad quebrada que se basa en una mentira”, ha dicho una de las voces más críticas de su cultura actual. Dice que aquí le temen a la verdad y que por sus orígenes judíos nunca le perdonará a Austria el asesinato de sus parientes. Durante el gobierno de coalición con el partido del ultraderechista Haider, a principio de los noventa, Viena se empapeló de carteles que decían “¿Ama usted a Jelinek o prefiere el arte y la cultura?”. Jelinek pertenece al grupo de intelectuales que han escrito acerca de la Austria Nazi y se han ganado el apodo por sus compatriotas de Nestbeschmutzer («los que ensucian el propio nido»).
Y como no podía ser menos, la Jelinek tiene fobia social y pánico al público. Es por eso que su discurso para recibir el premio Nobel lo hizo a través de una grabación.
El pasado nazi de la nación tirolesa es quizás el punto más oscuro y donde radican gran parte de las neurosis de la Austria actual que prefiere mejor exhibir la historia imperial comprendida entre Carlomagno y Carlos el Manso. A diferencia de su vecino alemán, aquí no se ha hecho un mea culpa, muy por el contrario, hábilmente jugaron a medio invadidos y colaron el peso histórico en el silencio y obediencia tan habituales.“Todos nuestros abuelos estuvieron vinculados con el nacismo. Aquí no se habla del tema, no se ha revisado la historia, no se ha invitado a los judíos ni a volver al país ni a regresarles el dinero ni los bienes robados”, comenta Birgit, gestora cultural de 31 años sentada en el Naschmarkt, uno de los lugares de moda de la capital. El tema los acalora y otros, de la misma edad, comentan que durante el colegio la clase de historia nacional llegaba hasta la Primera Guerra Mundial, es decir, a estudiantes de fin de siglo se les enseñaba hasta el año 1918.
¿Miedo a la verdad? Algo escalofriante en la entrevista televisada de la Kampusch, emitida por uno de los tres únicos canales que existen en el país, fue que la niña tuviese pena por sus vecinos en el momento de escapar. Tenía conciencia a los 18 años de edad, luego de ocho de privación de libertad, que en sus manos radicaba la responsabilidad frente al mundo de cristal de los otros. “Yo estaba muy preocupada por su madre (la de Priklopil) y sus amigos más cercanos, vecinos y familiares, sobre acabar con el modo en el que lo veían. Destruyéndolo. Porque después de todo era un tipo agradable y amable, por decirlo de algún modo. Siempre amable, siempre educado. Yo tampoco quería hacerle eso a su madre que ella averiguara el otro lado de su hijo. Porque estaba convencida de que tenían una relación muy buena. Que ella le quería mucho y que el cuidaba de ella”.
La imagen de la adolescente dio la vuelta al mundo y todos quedaron sorprendidos por la fortaleza y la intelectualización de su discurso. Sólo la molestia que le producían las luces y el resfrío que arrastra, fueron señales de su poca exposición al mundo exterior durante todos estos años. Encerrada en un cuartucho, leyendo diarios previamente chequeados por el maniático, viendo programas pregrabados por él, como Mister Bean y escuchando la radio estatal, Natascha Kampusch pasó los años en que un individuo desarrolla su personalidad administrada por un loco que pretendía hacer de ella una mujer fuerte, inteligente, superior. Austriaca, blanca y rubia ya era. ¿No suena hitleriano?
Según declaraciones de uno de los siquiatras que la atiende, la chica aún no es totalmente consciente de lo que vivió y tiene una imagen muy alta de sí misma y cree que saldrá pronto de todo esto. A Natascha aún le falta encontrarse con Natascha en la sociedad. Como personaje resulta inquietante ya que ha bebido del mundo desde el silencio, la locura, la soledad y el voyerismo obligatorios. Natascha tiene grandes planes para ella y el planeta. Con el dinero que ha ganado administrando hábilmente las exclusivas pretende ayudar a proteger a las mujeres de Ciudad de Juárez como también luchar contra el hambre en África.
Todos desean lo mejor para esta chica, ejemplo de fortaleza y espíritu valiente. Ojalá resulten sus planes y así pase a engrosar la enorme lista de austríacos célebres que van desde el caza nazis Simon Wiesenthal, los escritores Stephan Zweig, Robert Musil, Rainer María Rilke o Elias Canetti, los pintores Klimt, Kokoschka y Schiele hasta los compositores Strauss, Mahler y Haydn. Fábrica de genios es este pequeño y curioso país y enumerar los múltiples aportes a la cultura occidental daría paso a otro artículo.
Así que para terminar, recordemos al también austríaco Billy Wilder, uno de los grandes cineastas del mundo, a quien se le atribuye la siguiente frase: “Los austriacos son unos genios. Han conseguido convencer al mundo que Hitler es alemán y Beethoven austriaco”.
Muchas gracias por este artículo, es sin duda un gran ejemplo de análisis y crítica ante una realidad palpable, pero ignorada.
Saludos desde México.
el articulo refleja la realidad mas oscura de austria. lo que nadie quiere ver, lo que pocos se atreven a decir.
muy bueno!
Yo tengo una visión muy distinta del caso:
Se trata de un caso de psicipata integrado con una neurótica ( ideal complementaria para él).
Al principio ella estuvo encerrada en contra de su voluntad y con total limitación de movimientos…….Enseguida, su instinto de sobrevivencia le enseno «cuando no puedes contra tu eneigo, únete a él»….Así lo hizo, se «amenizo» sus dias aliandose con él. Natascha era ya una cria con fuerte autoestima y venia de un hogar sin amor y al que no queria volver, su única y mejor opción fue quedarse con su raptor….Importante es recordar que esos tipos son muy seductores, miman y pisan…y vuelven a mimar.
Asi fue haciendose madura…y se escapó CUANDO ELLA QUIS0…porque posibilidades de huir tuvo varias ( iban a esquiar, tuvieron un control de policia….compraban juntos..etc.)
La cuestión es…Por qué se escapó entonces y no antes? Eso sólo ella sabe…..Yo creo que la convivencia entre ellos era ultimamente más dificil , él tendria ya planeado un final para ella o para ambos juntos…y ella lo sabia, o al menos lo intuyo…..y entonces…voloooo
Ella miente..y mucho!!…
Lo mejor que podia haber hecho es haber fingido no ser tan fuerte, no decir que ella era más fuerte que él…
Esa chica traera sorpresas……
Para mi es victima…sí, pero muy mucho voluntariamente.