Hace años un amigo le estuvo poniendo el hombro a una compañera de casa que acababa de terminar muy dramáticamente con su novio. La paseó y la acompañó a un montón de reuniones con amigas. Escuchó y presenció largamente esas cumbres de mujeres. Y al final de esa experiencia voluntaria llegó a mi casa y me dijo: “es impresionante como las mujeres pueden hablar de mil cosas a la vez y cambian el tema constantemente”.
Lo anterior se me había olvidado hasta el Mundial. Es impresionante como los hombres pueden hablar un mes completo de 22 tipos detrás de una pelota. Y profundizar y teorizar y discutir horas de horas de horas del mismo tema. Todos esto, sin aburrirse, pasándolo chancho.
Una amiga muy culta me comentaba que las mujeres teníamos un sistema de pensamiento rizomántico, es decir, que no sigue una estructura lineal sino que miles de raíces y ramas de las que se desprenden otros temas.
Y es cierto. En mi caso, por ejemplo, es imposible explicar un hecho con una sucesión lineal de los eventos. En las pruebas de alternativas me iba como las huifas y en cambio triunfaba en las escritas. Además, discutir de una misma cosa sin desprender otros temas de allí me agobia mucho.
Admiro, en todo caso. esa capacidad que -me explican- es masculina. Y creo profundamente que una cabeza de pelota con otra de árbol siempre serán buena compañía.