Intenté reducir seis meses de vida en 20 kilos y me pasé por tres que la empleada de facturación no vio gracias a una lluvia de preguntas previamente estudiadas como maniobra distractiva. Mientras transpiraba por toda la ropa que traía puesta y que escasamente me permitía cerrar los brazos recordaba que fue hace menos de 4 años que empezaron a penalizar a los pasajeros de TODOS los vuelos (nacionales, internacionales, intercontinentales) que sobrepasaran los 20 kilos. Y si 20 años no es nada 20 kilos…
Si a eso le sumamos que la táctica de llevar en el equipaje de mano todo lo pesado se fue al carajo con la misma normativa, nos reducimos a lo mínimo a la hora de viajar.
Esto no sería nada si no fuera que desde el atentado de las Torres Gemelas nos convertimos todos en potenciales terroristas, capaces de matar a una azafata con una tijera de uñas o con un bronceador factor 15. Los empleados del aeropuerto alemán de Tegel llevaron mi computador a una sala especial para aspirarlo y luego analizar la presencia de ¡explosivos! en la máquina. El común de las personas no quiere matar a nadie y perder la presunción de inocencia en un aeropuerto hace de la experiencia de volar, además de una aventura contaminante, una comedia apocalíptica de máquinas muy hostiles que circulan en No Lugares donde secuestran niños, aerolíneas estafan a las personas y además viajan potenciales terroristas. Te enlatan con una manga de desconocidos en una cabina presurizada, te suben a miles de metros de altura en un medio que no manejas, te cobran las bebidas y la comida y sospechan de ti.
Además, ¿por qué no investigan mejor a los empleados de los aeropuertos? Ahí si que debe ser fácil colar un pone bombas. Por lo pronto están todos los funcionarios con unos cutis tersos y brillantes.
Tuve que dejar mi tejido, ya que con los palillos podía sacarle los ojos a la tripulación pero sin embargo llevaba un vino cerrado con el que podría haber tajeado a la mitad de la nave. O estrangulado con el cable del computador. O estrellado mi portátil en la cara de alguien. ¿A quién cresta se le ocurrieron todas estas estupideces?
Sólo se me ocurre uno sólo que debe estar detrás como consejero de la Aeronáutica Mundial:
FELIZ CUMPLE; BONITA!
ya te pillare telefonicamente…
por mientras mis besos
Y tuviste suerte, que a mí esta última vez no me funcionaron las maniobras distractorias y por 4 kilos de exceso me cobraron casi tanto como me había costado el billete Londres-BCN (lo que dio pie a un inútil torrente más mental que verbal de indignación por mi parte) y tras inspeccionar minuciosamente ordenata portátil, zapatos y demases, me dejaron pasar al avión generosamente con una afilada tijerita en mi bolso de mano que ni yo sabía que llevaba ni sus sofisticados aparatos de control parecieron detectar…la incongruencia de la pretendida y cacareada seguridad aeroportuaria. Ay, tiempos aquellos en los que los aeropuertos eran la gozosa antesala donde se saboreaba el placer previo del viaje que se iba a emprender (nostálgico suspiro).