EN EL MUSEO DE LOS CIEN DÍAS

Deje de lado la pirotecnia generada por las cruces sobre el asfalto borradas a Lotty Rosenfeld o de la polémica existente por la inclusión de Ferrán Adría en la categoría de artista. La feria de arte moderno más importante del planeta trae interesantes obras que conviene mirar con calma ya que como un cometa que visita la Tierra de tanto en tanto, Documenta ocurre cada cinco años y nos enseña lo mejor de las vanguardias existentes.

Desde Kassel, Ángela Precht

Documenta genera debate y marca tendencias y pautas en los museos y galerías del mundo y en la carrera de un artista constituye todo un reconocimiento imborrable de su curriculum.
Este año, el selecto grupo de curadores liderado por el berlinés Roger Buerguel ha tomado como desafío salir de la visión primer mundista del arte y en su catálogo ha incluido obras de todas las latitudes, épocas y disciplinas. “Es saludable que dejemos atrás el canon occidental porque ya no se puede considerar a China o India como el tercer mundo: dentro de poco superarán a Occidente”, dice Buerguel.

Y es así como se inscriben las 1001 sillas de madera pertenecientes a la dinastía Quing (1644-1911) que se despliegan en grupos por el Aue-Pavillion, un espacio de casi 10.000m2 diseñado expresamente para el evento y que alberga obras de 56 artistas. Es una atractiva forma que el creador chino Ai Weiwei, dueño y restaurador de las sillas, utiliza para simbolizar parte de su obra Fairytale (Cuento de Hadas). El nombre no es azaroso, es un tributo a los hermanos Grimm que en Kassel escribieron gran parte de su obra. Weiwei traerá durante los cien días que dura la muestra a un total de 1001 compatriotas provenientes de la clase obrera, campesinado, estudiantes, rockeros, etc. que nunca han viajado fuera de su país y que tampoco hablan otra lengua. A la vez metafórica y de acción directa, Fairytale con sus mil y un chinos y sus mil y una sillas explora la manera en que el conocimiento se trasmite, marcando un acento subversivo en quienes dentro de poco serán el turismo masivo del mundo y que hasta hoy escasamente han salido de su país ni experimentado la individualidad enriquecedora del contacto extranjero.

Weiwei además protagonizó una de las no pocas polémicas de esta Documenta. Su obra Template un enorme templo de 12 metros de altura hecho con puertas y ventanas de demolición de distintos rincones de su país se derrumbó tras un vendaval a los pocos días de inaugurada la muestra. El artista ni se arrugó: “Ilustra el poder de la naturaleza. Es la emoción lo que hace hermoso al arte. Ahora se ha duplicado su precio”.

Bello fracaso o accidente o reinterpretación artística es la obra Campo de Amapolas de la croata Sanja Ivekovic que debió haber cubierto la principal plaza de la ciudad con flores rojas y opeáceos morados y que al día de hoy, en una espacio de 6600 mts2 frente al museo Fridericianum no han florecido más de 20 amapolas solitarias. La flor del sueño, la muerte y el olvido no se anima a salir en la plaza donde un día los nazis quemaron libros “degenerados”. Su obra anti bélica, acompañada de música revolucionaria que cantan mujeres afganas contra el fundamentalismo talibán y la invasión Aliada (emitidas por unos parlantes), no es más que un triste terral con cuervos engullendo semillas mientras todos los visitantes- y los organizadores- esperan que florezca la esperanza. Toda una metáfora al estado de la paz mundial.

Tampoco podrá cosechar su obra el artista tailandés con su campo de arroz de 7000 mts2 frente al palacio Guillermino. Usando una antigua tradición agrícola de su país, Sakarin Krue-On, ideó un arrozal en un cultivo de terrazas frente a uno de los símbolos de la monarquía europea de la ciudad para mostrar un choque cultural entre el elegante palacio europeo y el trabajo colectivo del campesinado. Pero entre el ahora museo y el cultivo artístico no se dio lo que se necesitada y del arroz ni huellas.

Sin duda esta Documenta, que cada edición lleva un director distinto, tiene elementos bastantes dispersos que intentan sembrar más preguntas que respuestas y para el visitante se hace difícil seguir algún tipo de correlación. Pero aún así, sin mayor información sobre los trabajos, lo que se presenta allí es un deleite que en esta edición tiene un marcado acento político.

El artista africano Romuald Hazoumé ha rescatado el mejor oficio artesanal de su continente con una serie de máscaras africanas hechas con bidones reciclados. Además de Sueño, una monumental barca del mismo material, similares a las que miles de africanos utilizan en su intento por llegar a Europa. De allí que la obra cobre especial dramatismo debido a la relación con occidente: países ricos en petróleo, como muchos en África, atraviesan crisis energéticas y además son el vertedero del mundo.

Documenta se atreve además al mostrar obras pasadas, que en su minuto marcaron una tendencia social importante y ayuda a apreciar una de las preguntas que plantea la exposición: “¿es la modernidad nuestra antigüedad?”.


Entonces El Vestido Eléctrico de 1956 de la japonesa Atsuko Tanaka cobra un encanto especial. Más de cien ampolletas de color y tubos de neón entremezcladas con cables eléctricos que combina el tradicional quimono japonés con la tecnología industrial hizo que esta pieza sea considerada una de las obras más importantes del siglo XX. Tanaka lideró la vanguardia japonesa de la posguerra, exigiendo una mirada hacia el futuro y con El Vestido… inició uno de los elementos dominantes del arte feminista: el llevar el cuerpo a situaciones de riesgo. Porque el vestido lo lucía en sus performance, tipo de manifestación que Europa y Estados Unidos sólo comenzaron a utilizar una década después.


Cuando fui a la universidad no sabía ni cocer un huevo. Mi madre pensó que si no me enseñaba a cocinar yo no terminaría haciéndome cargo de un hombre como ella hizo.” Este es uno de los tantos textos tallados sobre los paneles translúcidos de una casa de muñecas iluminada desde el interior. La artistas estadounidense Mary Kelly, realizó para Documenta entrevistas breves a mujeres de dos generaciones sobre su experiencia feminista y así armó Casa Multi Historias en la que se puede entrar sólo en parejas y leer otra infinidad de experiencias. Sin duda una de las obras más intimistas de la muestra.

Dentro las instalaciones más populares y quizás una de las más controvertidas es el Jardín de la Victoria de la austriaca Ines Doujak. Una larga mesa sostenida por unas precarias ramas de avellano contiene un jardín donde en vez de crecer plantas están clavados los típicos sobres de semillas. Al acercarse el espectador nota que éstos fueron realizados por la artista y contienen imágenes de determinadas plantas y textos que denuncian que el adn de esa planta ha sido comprado por una transnacional. La información es estremecedoramente veraz. “Esto es una nueva forma de colonialismo. La apropiación de la naturaleza y el conocimiento acerca de sus usos está siendo operado por grandes corporaciones”, ha dicho la artista.

LOS TRES CHILENOS

El video que documenta el trabajo que realizara Lotty Rosenfeld en las calles de Santiago en protesta por el régimen militar en 1979, está ubicado en uno de los principales museos de la ciudad. Allí, en una sala independiente, se puede ver a una mujer que pega cintas perpendiculares a las líneas discontinuas del pavimento. Nacía así Una Milla de Cruces sobre el Pavimento, una intervención urbana destinada a la reflexión desde lo cotidiano que llegaría desde la frontera con Argentina, pasando por la Casa Blanca, hasta el mismísimo Check Point Charlie, frontera berlinesa entre las dos Alemanias.
La intervención en Kassel se suponía quedaría un buen tiempo pero los servicios de limpieza de la ciudad no entendieron de arte y arrancaron las cintas colocadas por Rosenfeld. (**ver final del texto explicación de la artista**)
Dos obras sintetizadas en frases en alemán del premio Nacional de Arte 2004 Gonzalo Díaz se exhiben en Documenta. La primera es Eclipsis un espacio iluminado que al cubrirse con la sombra del espectador aparece la frase “Vendrás hasta el corazón de Alemania sólo para la leer la palabra Arte bajo tu propia sombra”.

Y la siguiente es Al Calor del Pensamiento, con una frase del poeta alemán Novaris emitida por placas de cerámica que generan calor y que juegan con similitud de vocablos en la lengua original: “Buscamos por todos lados lo absoluto y siempre encontramos sólo cosas”.

Con una gran presencia en varios de los salones de Documenta, la obra del pintor radicado en Australia, Juan Dávila, se despliega en grandes formatos con su imaginería colorida y a ratos homoerótica cruzada por el kitsch y el pop y la desacralización de los mitos.

FERRÁN ADRIÁ, EL COCINERO ARTISTA

Cuando el director de Documenta declaró que estaba harto del espectáculo en el arte y que para que la gente se concentrara en la obra no daría los nombres de los artistas sino hasta tres días antes de la inauguración, todos pensaron que efectivamente la cosa espectacular, fatua y pirotécnica no entraría en esta edición. Pero bastó con que adelantara dos nombres, el primero y el último de la lista, para que llovieran críticas y especulaciones. La zeta del joven polaco de apellido Zmijewski pasó inadvertida ante la letra A de Ferrán Adriá, el cocinero estrella, el mejor chef del mundo, el hombre que ha revolucionado la manera de hacer cocina con su laboratorio del que saca texturas y formas inéditas. ¿Es posible que un cocinero sea un artista? ¿dónde está el arte en la deconstrucción de tortilla de patatas? ¿remece conciencias el aire de limón?

De más está decir que cual artesano que maneja con destreza única las materias primas, lo de Adriá es artesanía de lujo. Buerguel salío de inmediato a defender su opción: “Para decirlo en pocas palabras: creo que es un genio«, le dijo Buerguel a la BBC, “no quise centrarme en el arte mismo o en el objeto, sino en la experiencia estética…Ferrán es capaz de crear esa experiencia”.

El revés vino cuando Adriá, claramente halagado, declinó estar presencialmente en Kassel y propuso invitar visitantes al azar a su restorán en la costa brava catalana El Bulli, denominado para este evento el pabellón G. Lo cierto es que, a no ser que los alemanes le hubieran montado un kiosko, es difícil pensar cómo los visitantes podrían disfrutar de la mentada experiencia estética.

En un mundo donde en los países ricos la obesidad es problema de pobres y que por primera vez en nuestra historia la clase dominante es delgada y cuida de su alimentación, la apuesta de Buerguel por Adriá y su arte a base de comida calza no sin guiños irónicos. Documenta 12 intenta incluir con un sesgo político a otras latitudes, muchas de ellas donde la escasez de alimentos es un drama cotidiano.

RECUADRO

Diez años después de terminada la Segunda Guerra Mundial, un pintor y académico de la Universidad de Kassel se le ocurrió montar una exposición sobre arte moderno pegoteada a otro evento mayor relativo a la botánica y jardín. La ciudad había sido destruida por duros bombardeos durante la guerra porque dentro de sus atractivos industriales tenía una fábrica de tanques. Y la reconstitución de ésta dejó como resultado una ciudad feucha, estudiantil y práctica. Con mucho verde, claro, y un par de edificios históricos, pero feucha y aburrida.
Cuando el ’55 el profesor Arnold Bode montó su exposición sobre el arte moderno más relevante de principios del siglo, la danza de 570 trabajos del Fauvismo, Expresionismo, Cubismo, Jinete Azul, Futurismo, Pintura Metafísica, etc., y sus 148 artistas de 6 países que redefinían el Modernismo en todas sus ramificaciones europeas cayeron como una reivindicación histórica y moral a la decaída población alemana.
Después del devastador paso de los nazis gran parte de la tradición artística de Alemania intentó rearmase luego de las purgas en la que cayeron quienes entraban en el denominado “arte degenerado”. Así fue como las obras de figuras de vanguardia como Vicent Van Gogh, Marc Chagall, Picasso, Paul Klee, Kandisky fueron perseguidas, quemadas y en muchos casos comercializadas constituyendo parte del oro nazi. Cerraron la escuela de la Bauhaus y quienes sobrevivieron a aquel horror optaron por emigrar a Estados Unidos.
Por eso, el surgimiento de Documenta vino a marcar un acento en la moral alemana. Les devolvía su impulso creador, reivindicaba su tradición universal, reconocía el valor del arte dentro de su cultura y los reconciliaba con el arte moderno.
Doce ediciones han pasado desde aquella primera Documenta y para el mundo artístico es el mayor referente del arte mundial. Para cada edición hay un director y curadores diferentes. Son ellos quienes invitan libremente, no como en otras ferias importantes como la madrileña Arco, que vende espacios a las galerías o la Bienal de Venecia que invita países y éstos escogen a sus artistas.
Documenta 12 reúne cerca de 500 obras de arte pertenecientes a 145 artistas de distintas épocas. Cuenta con un presupuesto de 19 millones de euros. Además de la muestra, se ha planteado la realización de una “revista de revistas” en la que 650 editores de cien revistas de arte alrededor del mundo han hecho tres volúmenes de Documenta 12 Magazine. La revista chilena “Crítica Cultural”, dirigida por Nelly Richard fue invitada para este evento, al igual que el sitio web Arte y Crítica .

*Lotty Rosenfeld explica su obra*

Mientras realizaba este artículo intercambié correos con la artista chilena. Aquí adjunto el texto que escribió en uno de sus mails.

Al introducir la «crisis» en un sistema de ordenamiento comunitario la obra incita al sujeto a repensar su dependencia al código. Desviar la unidireccionalidad de un signo de tránsito, es mostrar como existe una obediencia irreflexiva al orden existente, es poner en evidencia una de las formas cotidianas en que opera el poder.
Plantear nuevas relaciones entre arte y sociedad que pongan al espectador en alerta.
Que los significados del arte no sólo se lean dentro del ámbito de la institución artística sino que, también, se disgreguen por las tramas urbanas confrontando al transeúnte de todos los días al desconcierto de una alteración en la regularidad del orden y lo induzca a remodelar críticamente el formato de experiencia que lo mantiene cautivo del orden cotidiano.

Estoy comprometida con un quehacer en el cual busco consolidar una propuesta artística que se orienta a la reflexión sobre la incidencia del poder y sus códigos en la rutina de las individualidades. Intento abordar los problemas abiertos entre las instituciones y la civilidad, a partir de una reflexión visual sobre las marcas de poder que operan entre los macro-espacios y los micro-espacios sociales.

El efecto o reacción del público depende de tantas variables que sería difícil precisar. Mis intervenciones urbanas han sido recibidas en ocasiones con amabilidad e ironía, amabilidad y respetuosa curiosidad o bien con cautela o recelo generando respuestas más bien agresivas, pero siempre despiertan una reacción.
Mi obra, en general produce conflicto, porque introduce preguntas, porque rompe con lo establecido. Ha sido considerada por algunos como arte elitista, para otros no es una expresión artística. Sin embargo, en otro contexto, ha sido motivo de reflexión y análisis. Se ha convertido en objeto de investigación para teóricos de arte, lingüistas, sociólogos, escritores, trabajos de tesis de estudiantes de arte y de comunicación social.
En el contexto de nuestra cultura básicamente patriarcal, me he visto enfrentada a todas las limitaciones, postergaciones y obstáculos predecibles. Sin embargo debo reconocer que en ocasiones mi obra ha superado estos obstáculos.

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