«Podemos prometer todo, ya que no lo vamos a cumplir», fue el eslogan del Best Party, partido político que en diciembre de 2009 comenzó su campaña hacia la alcaldía de Reikiavic, la capital de Islandia. Y para asombro de todos, ganó a fines de mayo.
Las promesas de esta debutante agrupación, liderada por el comediante Jón Gnarr, fueron desde un Parlamento libre de drogas para el 2020, pasando por osos polares en el zoológico, una Disneylandia en la ciudad, transparencia sustentable, toallas gratis en las piscinas públicas, ayudas sociales a los perdedores, y, para economizar, sólo un Viejo Pascuero, ya que ellos tienen 13.
¿Quiénes forman el Best Party? Un grupo de personalidades -en su gran mayoría artistas- ajenas a la política y criadas, cocinadas y hervidas dentro de la escena punk-rock islandesa de los 80. La misma desde donde nació The Sugarcubes, la primera banda de Björk, y es por ello que uno de sus antiguos integrantes es hoy responsable de cultura dentro de la administración de esta ciudad, que concentra a un tercio de los 320 mil habitantes de Islandia.
No es antojadizo que sean artistas quienes integren este partido. El 4% del PIB de la isla es aporte directo de la cultura: el 1% corresponde sólo a música, tienen 39 editoriales y publican 700 libros al año, algo así como uno cada 500 personas.
No se puede separar el éxito del Best Party de la debacle financiera islandesa. En 2008, esta isla, más cercana a Groenlandia que a Europa, fue la primera gran víctima de la crisis económica mundial, y tras años liderando los rankings mundiales con los mejores niveles de vida, se desplomaron estrepitosamente, pidiendo socorro al FMI. Un informe filtrado por WikiLeaks, los Robin Hood de la información, permitió a los islandeses ver cómo sus principales banqueros habían especulado y trampeado a puerta cerrada a tal nivel, que llevaron la economía a la bancarrota sin pagar ninguna de sus osadías financieras y dejando a sus compatriotas debiendo pavorosas sumas a los acreedores internacionales.
«¿Por qué tengo que devolver un dinero que nunca gasté?», fue la pregunta con que el célebre comediante islandés Jón Gnarr (casado, 43 años, 5 hijos) comenzó una serie de monólogos políticos dirigidos a su país. Ésa fue la pregunta fundacional del partido. La gente comenzó a seguir los delirantes monólogos de Gnarr, hasta entonces célebre cómico local, cerebro tras Georg Bjarnfredarson, un pelado asqueroso, marxista y traumatizado por una madre feminista militante.
Su campaña y apoyo crecían a ritmo de su himno, basado en Simply The Best, de Tina Turner. Finalmente, ganaron las elecciones y al no conseguir mayoría se vieron obligados a pactar, poniendo como condición ineludible que sólo hablarían con los partidos cuyos miembros hayan visto las cinco temporadas completas de The Wire, una serie de TV sobre la corrupción y decadencia de instituciones como la policía, los políticos, los medios de comunicación, etc. Ahí entraron los socialdemócratas.
A pesar que su triunfo fue por sobre todo un voto de castigo, en Reikiavic están contentos con su partido. Como comentaba un funcionario del Ayuntamiento: «Son tipos honestos, que se han hecho a sí mismos, no le deben nada a nadie y eso se agradece».
¿La última aparición pública de Gnarr? Travestido a lo dueña de casa en la pasada Fiesta del Orgullo Gay.