No recuerdo haber dado nunca una noticia que generara tanta alegría a tanta gente a la vez. Anunciar que uno está embarazada, cuando la cosa es deseada y el panorama amable, es como lanzar una bomba de felicidad y todos quedan contentos. Pero esa misma reacción global encierra un truco; pareciera ser que el jolgorio desatado en el entorno más cercano convierte el tema en algo patrimonial, en algo de todos cuando no lo es. Tener un hijo es y será SIEMPRE un asunto personal.
Dejemos de lado el que no hay mano que no te manosee la guata, olvidemos el interrogatorio ad hoc o la lluvia de testimonios que no has pedido y que van desde las más dulces descripciones hasta la escenas del más puro gore pre y post natal. Hay algo de lo que no zafarás y ese es el del nombre del crío.
Recuerdo que una amiga austriaca, embarazada de unos 7 meses, me dijo: “Ya tenemos el nombre pero no lo diremos hasta que nazca”. En mi ingenuidad creí que la medida respondía a la paranoia de privacidad propia de esa cultura. Por entonces yo tenía como 4 meses y aún mi frase “no tengo nombre” no despertaba la ansiedad de la galucha. Pero no, ahora lo veo como de las decisiones más sabias que he escuchado.
Con el nombre de tu futuro hijo todos opinan. Si dices que no lo tienes definido se entiende como una invitación a la lluvia de ideas donde caen y caen y caen nombres hasta el aturdimiento. Luego, cuando respondes que estás decidiéndote entre ciertos elegidos, el público lo toma como si fueran jurados en semifinales.
“Ay no, ese es feo”, o “¿Por qué no mejor XXX, que es tan bonito” o “Pero si le pones así le van a decir asá…” y un interminable, agotador, impertinente y abrumador etcétera.
La mejor (y menor) de las veces, la gente te apoya. Generalmente quienes han pasado por ese trance. En el común de las ocasiones hay miles de peros y todas las versiones del rechazo.
Y claro, esa misma gente que opina en un tema para uno tan personal e íntimo es la misma a la que no puedes opinarle de vuelta en asuntos como en el nombre que ellos escogieron para sus hijos o la vida que han decidido tener o las oportunidades que han dejado pasar o el corte de pelo que le ha jodido la cabeza o que su casa es más fea que el hambre. No puedes contraopinar porque sencillamente ellos no están embarazados, ergo, se ubican en un lugar no patrimonial.