Se acabó el mundial y hay un récord de nuestra Roja que no sé si luego los “especialistas” y los fans evaluarán o revisarán. No es por ser aguafiestas, pero todo parece indicar que Chile, con sus cuatro partidos a cuestas, se ubica en el nº1 de los países más fauleros del Mundo.
¿Es tema esto en Chile? No soy futbolera pero reconozco en este deporte un valor inmenso en la sociedad y en el sentimiento colectivo. Creo que los futbolistas son los héroes modernos para gran parte de los niños. Por ello creo que, entre tanta algarabía y patrioterismo, conviene ponernos a a pensar en qué se está enseñando a los más vulnerables en una plataforma tan importante.
“Lo irritante es que Zidane es el héroe de los niños”, me dijo la madre de un chico francés de 8 años tras el cabezazo que el capitán de la selección gala estampo en Materazzi durante la final del 2006. Por aquellos días, muchos medios explicaban las razones de Zidane: que el italiano le había sacado la madre, que era un hinchapelotas, entrevistaban a jugadores que daban fe de lo infeliz de Materazzi y bla bla bla.
Cuatro años después, Holanda se despacha 9 tarjetas amarillas y una roja hasta con patadas en el pecho ante el partido más visto del mundial. Me pregunto si eso fue un tema dentro de Holanda, un país ejemplar en tolerancia y diálogo. Mal que mal su selección nacional es tan representante del país como lo es un embajador.
Vuelvo a nuestra selección, la tan vitoreada y alabada y glorificada Roja. Si bien la ilusión y el sentimiento colectivo que logró imponer entre los chilenos, además de una calidad de juego increíbles en relación a otros años, fue vergonzoso ver lo fauleros que eran nuestros jugadores. Deliberadamente fauleros. Editorialmente cochinos. 82 faltas en 4 partidos (dentro de los 5 peores). ¡15 tarjetas amarillas en 4 partidos que nos ubican por debajo de Holanda que jugó 7 (y se despachó 24)!.
Hablamos de gente que gana mucha plata por representar a un país y lo hace tanto o más que un embajador al que le cuesta el cargo si se sale de madre.
¿Cómo le explico a un niño que hacer trampas está mal si todo el país se rinde, se ciega y mira para el lado ante una cosa tan evidente como condenable? ¿Vale tanta alegría aunque las maneras hayan sido esas, que el juego sucio haya sido la estrategia? No puedo creer que así es el fútbol o que los árbitros eran saqueros. Las imágenes hablan más que las tarjetas concedidas. ¿Alguien habla de eso en Chile? ¿Lo condenan los periodistas, los políticos o los agobiantes rostros que empapelan el país?
Habituados a condenar a las barras bravas, es hora de pasar a los jugadores y a los DT que les impulsan a ello. A mi juicio, el poder de un futbolista y de un entrenador, revisten infinita importancia educacional como para dejar que los millones, el fanatismo y la tontera se impongan ante algo a todas luces condenable.