Treinta y cinco años después de su asesinato, la justicia chilena cierra el caso sin identificar al autor material
«Canto, qué mal me sales. Cuando tengo que cantar, espanto«, fue el último verso que escribió en cantautor chileno Víctor Jara antes de morir. Ese 15 de septiembre de 1973, mientras estaba detenido en un Estadio Chile (hoy, Estadio Víctor Jara) abarrotado de presos, sus compañeros trataron de peinarlo de otra manera y ocultarlo lo más posible ya que los militares se ensañarían con él. Días antes lo habían torturado a vista y paciencia de todos.
Era el líder de la canción de protesta y sus letras incendiarias y reivindivativas de una revolución social no cabían en un Chile que cuatro días atrás había sido tomado por militares de extrema derecha.
No se equivocaban sus compañeros. Ese día, alguien le metería 44 balazos en el cuerpo y le destruiría las manos a culatazos «quedando reducidas a una sola llaga», como reza el sumario. Luego tirarían su cuerpo en las cercanías de un cementerio.
Treinta y cinco años después de la muerte del artista, el juez Juan Eduardo Fuentes Belmar cerró el sumario con un único inculpado en calidad de implicado en el homicidio, el coronel del ejército en retiro Mario Manríquez Bravo al que se le responsabiliza de ser el encargado del campo de prisioneros, pero que niega haber matado a Jara.
Sin noticias del Príncipe
La sentencia establece que no se ha podido identificar al autor material del homicidio a pesar de los numerosos testigos que hablaban de un militar que se hacía llamar El Príncipe.
Rubio, alto y arrogante, como lo recuerdan los prisioneros, exhibía al maltrecho cantautor como trofeo de guerra.
En una crónica al diario La Tercera, el periodista chileno Cristobal Peña, quien su investigación sobre el caso le valió el premio Lorenzo Natali de la UE, escribe: «desde que el caso se abrió en 1978, la clave ha estado en los testigos». En 1998 se reabrió y una serie de testigos apuntaron a dos militares que coincidían con la descripción física del Príncipe: Miguel Karssnoff y Edwin Ditmer Bianchi. Este último fue víctima de la Comisión La Funa, un colectivo de activistas que se dedica a humillar públicamente a todos quienes participaron de apremios ilegítimos durante la dictadura de Pinochet y que la justicia chilena no ha tocado.
El cierre del proceso sin ningún inculpado deja una nube de desaliento no sólo para el caso del cantautor más universal del Chile, sino para todas aquellas víctimas en el Estadio Chile.