Renace el terror de la noche de los cristales rotos

kn2En el 70º aniversario del comienzo del exterminio judío se publica en Alemania la biografía definitiva de Himmler, una de las mentes más pavorosas del nacismo

El 9 de noviembre de 1989 caía el muro de Berlín y así, aquella triste cicatriz que dejaba la Guerra Fría comenzaba a desdibujarse. Como la Historia está encadenada y llena de macabras coincidencias, 51 años antes, exactamente el 9 de noviembre de 1938, la humanidad se rompió de golpe y estallaba el Holocausto.

La fractura había comenzado diez días antes, cuando 20 mil judíos polacos residentes en Alemania fueron secuestrados en mitad de la noche y deportados a su país de origen. Polonia no actuó mejor que el régimen nazi, negándose a recibirlos. Los judíos deambularon en medio de las dos naciones durante el crudo otoño del norte hasta que el gobierno polaco los admitió.

Un judío alemán que había conseguido escapar a Francia, cegado de desesperación ante la nula ayuda de la embajada alemana, disparó a muerte al secretario de dicha delegación. Eso fue el grito de guerra para que Hitler, quien celebraba en Munich la conmemoración del fallido golpe de estado -¡oh coincidencias!- del 9 de noviembre de 1923, desatara una campaña de destrucción contra los judíos, y sus propiedades, disfrazada de revuelta popular en algunas ciudades de Alemania y Austria.

Setenta años han pasado desde aquella tragedia que se extendió hasta el día siguiente y que la Historia llamó la noche de los cristales rotos por el estado en que quedaron las calles tras aquel pogromo. Un total de mil sinagogas fueron incendiadas a la vista y paciencia de los bomberos, siete mil negocios saqueados y destruidos y 91 judíos asesinados, amén de la profanación de sus cementerios, y la destrucción de sus escuelas y hospitales. Treinta mil hombres judíos de entre 16 y 60 años comenzaban esa noche el macabro peregrinaje hacia los campos de concentración de la Alemania nazi que terminaría con seis millones de judíos muertos, veinticuatro millones menos de los previstos.

El poder del mito

Que los campos se abrieran a mujeres y niños fue idea de Heinrich Himmler, jefe de las temidas SS primero y luego responsable de los campos de exterminio, quien impuso su férrea convicción que de sobrevivir los pequeños, después vengarían a sus muertos. Lo dicen todos los mitos clásicos y él era un apasionado lector de éstos.

El historiador alemán Peter Longerich acaba de publicar Heinrich Himmler. Biographie, el perfil definitivo de uno de los más sanguinarios verdugos del nazismo y según el autor, el más poderoso después de Hitler. El libro, que lamentablemente aún no se traduce al español, ha sido recibido con gran entusiasmo en Alemania ya que logra armar un retrato acabado de Himmler, con datos de primera mano como sus diarios personales desde que era niño, abundante correspondencia y lecturas comentadas. Aunque parezca sorprendente, es la primera vez que se entrega un retrato completo de unos de los jerarcas más poderosos del Reich.

Heinrich Himmler fue el jefe supremo de las SS, jefe de la policía alemana, comisario en jefe del Volkssturm (Tormenta del Pueblo) una milicia civil formada los últimos meses del régimen, luego fue ministro del interior del Reich y jefe del ejército de reserva. Todo ese poder reunió en el estado nazi y representó como pocos el terror, la persecución y la exterminación.

El nazi bajo

Nació con el siglo XX, vio caer la república de Weimar y la derrota de su patria en la Primera Guerra Mundial. Con su metro setenta y cuatro de estatura, su cabello castaño y una salud endeble abrazó la idea de la supremacía de la raza aria con el fanatismo de quien quiere borrar sus propias limitaciones a punta de histeria.
Las ansias carnívoras de su odio se extendían hacia los judíos, eslavos, gitanos, discapacitados físicos y mentales y vagabundos. También llamó a exterminar a los homosexuales ya que eran «nuestros enemigos». Al cristianismo le dedicó un apartado particular de odio denominándolo «la peste más grande que ha generado la historia» y consideraba urgente reemplazarlo por una religión basada en los mitos vikingos. Para poder crear esta nueva fe comenzó a leer textos sobre parapsicología y espiritismo.

La economía personal de Himmler no tuvo un respiro hasta que consiguió un escaño en el parlamento alemán en 1930. Seis años antes había sido nombrado por su ídolo, Hitler, como jefe de propaganda para Alemania. Su paso por las SS, la fuerza de choque del régimen, fue tremendo. De 280 hombres en 1928 pasaron a 50.000 en media década y al final de la Guerra Mundial (1945) eran medio millón de personas.

Sin ser tan populista como Göebbels logró ser un hombre clave en el espectro de Hitler y a través de las SS, su uso criminal y terrorífico, se pueden leer la cantidad de prejuicios y preferencias de Himmler que convirtieron a la organización en un espejo de sí mismo.

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