Desde el lunes pasado, las parejas del mismo sexo en España pueden casarse. La Madre Patria acaba de convertirse en el tercer país europeo -seguido de Holanda y Bélgica, en aprobar el matrimonio homosexual. Y ha ido más allá, se convirtió en el primer país del mundo en permitir la adopción a parejas del mismo sexo. No ha sido algo fácil, las dos Españas de toda la vida se han enfrentado en las calles y en el parlamento. Y la pregunta que queda en el aire es si esto es sinónimo de sana diversidad de criterios o de profunda división social.
Desde Madrid, por Ángela Precht
La homosexualidad es una patología, que se puede curar con años de larga y dolorosa terapia. Los homosexuales son hijos de padres alcohólicos, violentos, hostiles y distantes y de madres sobreprotectoras para los hombres o emocionalmente vacías para las mujeres. Las lesbianas y los gays tienen tendencias autodestructivas, suicidas, transtorno obsesivo compulsivo, depresión grave, crisis de ansiedad, elevado consumo de drogas, trastornos de conducta, esquizofrenia y narcisismo patológico, lo que los lleva a establecer relaciones de mayor promiscuidad, inestabilidad y sentimientos crónicos de no ser masculinos o femeninos. Los hijos de parejas homosexuales están expuestos en mucho mayor grado al abuso sexual por parte de alguno de los padres. Este fue, en resumen, el diagnóstico que presentó el catedrático en psicopatología de la Universidad Complutense, Aquilino Polaino, durante el debate en el Congreso de los Diputados español para legislar acerca de la polémica ley que equipara los derechos civiles a las parejas homosexuales y les permite adoptar. El experto en transtorno homosexual había sido llevado por derechista Partido Popular (PP), principal fuerza opositora que gobernó al país durante los últimos ocho años, como prueba de la inviabilidad del, entonces, proyecto de ley.
La reacción no se hizo esperar por parte de quienes defendían la reforma al código civil. Polaino definía la homosexualidad como una patología cuando la Organización Mundial de la Salud la había eliminado hacía más de quince años de la lista de enfermedades mentales y hace 32 lo había hecho la Asociación de Psiquiatras Americanos. A esto se venía a sumar que, según las estadísticas, dos de cada tres españoles apoyan los matrimonios entre parejas del mismo sexo.
La crispación llegó a tal nivel durante aquellos días de junio que el mismo PP se desmarcó de la exposición del catedrático, y su portavoz Eduardo Zaplana, simpatizante Opus Dei, dijo que las declaraciones del especialista eran “de otra época” y que su coalición no las compartía en lo absoluto. En todo caso, ese fin de semana las principales figuras del PP, como también el cardenal y arzobispo de Madrid (el mismo que casó a el príncipe Felipe con la divorciada Letizia Ortiz) y el vicepresidente de la Conferencia Episcopal acompañado por 18 obispos, marcharon por las calles del centro de la capital bajo el lema “La Familia Sí Importa”. El Foro Español de la Familia, había convocado a esta manifestación recibiendo el apoyo explícito de la Conferencia Episcopal Española. Pero desde la misma Iglesia, importantes figuras eclesiásticas de Sevilla, Barcelona y Bilbao optaron por desmarcarse de la primera manifestación que se recuerde en España donde haya marchado la Iglesia, a lo que se sumó el veto de colectivos de teólogos y, evidentemente de organizaciones de gays y lesbianas cristianos. Los organizadores desplegaron un contingente de 500 autobuses interurbanos, tres trenes de Barcelona, Valencia y Sevilla, y aviones desde las islas Canarias y Baleares y uno de Melilla (norte de África). Marcharon bajo el calor abrasador del verano madrileño con pancartas que iban desde “Zapatero Maricón” , “Aquilino No Estás Solo” y “Matrimonio= Hombre+Mujer”. Según ellos congregaron cerca de un millón y medio de personas. Según la policía fueron ciento sesenta mil. Según la Comunidad de Madrid la cifra circula alrededor del medio millón.
Durante la siguiente semana los debates y recriminaciones mutuas iban y venían a través de los medios de comunicación y el tono subía con la misma fiereza ibérica que se lincha a un toro ya que era la última semana de legislatura antes de las vacaciones y el día jueves 31 se votaría la polémica ley. La izquierda laica se enfrentaba nuevamente a la derecha clerical. Poco antes había sido aprobado el divorcio express, que pone como condición tres meses de matrimonio para poder divorciarse y elimina la necesidad previa de separarse.
En los bares y en la plazas, principales punto de encuentro en la península, no daba la impresión que la gente se estuviera partiendo la cabeza como sí lo hacían los políticos y la Iglesia. Quizás en la España profunda, pero la principales ciudades, Madrid y Barcelona, como mucho se escuchaba el argumento “que les den los mismos derechos, pero que no se llame matrimonio”. Manuel, un jubilado de 75 años comentaba sentado en un banco del barrio de Chueca: “No entiendo para qué luchan por casarse cuando aquí es más la gente que se divorcia que la que se separa. Además, el matrimonio es un coñazo. Y adoptar, ¡si los hijos son sólo sufrimientos! Yo que ellos hubiera luchado para que no los reconozcan y que por lo mismo no paguen impuestos. Lo demás son gilipolleces”.
Desde la muerte de Franco y con la derogación en 1979 de la ley de Peligrosidad Social que perseguía y encarcelaba a los homosexuales, España ha vivido un intensa transformación social, marcada por la liberación de la mujer y las costumbres sexuales y un alejamiento sistemático de la Iglesia Católica. Cuarenta años de dictadura militar, machista y clerical pasaban la factura a la nueva España que comenzaba a disfrutar de la bonanza económica que les traía el turismo europeo. La movida madrileña, encabezada por el cineasta homosexual Pedro Almodóvar o el ambiguo Miguel Bosé, reflejan ese periodo. Ya desde mediados de los noventa, el tema homosexual en España se ha vivido con mucha más normalidad y , por ejemplo, el cineasta Alejandro Amenábar no tuvo que hacer pública su salida del armario, porque tampoco nunca fue de heterosexual. Casi la mayoría de las series de televisión españolas tienen parejas homosexuales en sus historias y generalmente no representan estereotipadas caricaturas.
La revista Zero, la primera publicación gay en español, ha contribuido bastante a destapar el tema en las instituciones más cerradas. Tres claros ejemplos, en el 2000, un teniente coronel del ejército español salía públicamente del armario, en el 2002 un sacerdote de sotana declaraba en la portada “Doy Gracias a Dios Por Ser Gay” y poco después, un Guardia Civil, pedía autorización para vivir con su pareja homosexual en el cuartel y el permiso le fue concedido. Al cura, la declaración le costaría el sacerdocio. En este número de julio y por primera vez en la historia de este país, la portada lleva el rostro satisfecho del presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Pero no vaya a creer el lector que es por salir del armario, sino para celebrar la ley que iguala los derechos de los homosexuales.
El pasado jueves 31 de junio se votó en el congreso la ley que había sido rechazada por el senado, pero tras una mayoría absoluta en la cámara baja fue promulgada. La votación tampoco estuvo libre de polémicas ya que la mayoría absoluta se consiguió con el voto de una diputada heterosexual del PP, que había cerrado la posibilidad del voto con libertad de conciencia. El presidente Zapatero leyó un discurso en el que decía que España era ahora una país más decente al dar la alegría a un grupo de personas históricamente humilladas. Los representantes de los colectivos homosexuales, privados de mostrar su algarabía en la sesión, movían alegremente las manos para celebrar en silencio. Luego festejarían a la salida del congreso, donde también estaba un grupo de manifestantes del Foro Español de La Familia que agitaba indignadas pancartas en contra de la ley.
Todo esto coincidió con las fiestas mayores del barrio de Chueca, por definición el barrio homosexual de Madrid y donde curiosamente gana el PP. La fiesta fue inmediata durante todo el fin de semana y en las tres plazas se congregaron festivas multitudes tanto homosexuales como hétero que bailaban al son de los dj’s de turno. Por las calles, todas engalanadas con las banderas multicolores que definen a este colectivo, los bares sacaron las barras fuera y la fiesta continuaba con música de Raphael, Bebe o Lola Flores; los balcones a rebosar con vecinos bailando y un ambiente de algarabía que paradojalmente se extendía por castizas calles de La Libertad o Válgame Dios, cercanas a la iglesia donde se casó hace siglos nuestro héroe americano Simón Bolívar. Las vitrinas de este barrio mostraban orgullosas a Barbie casándose con otra Barbie y a Ken con Ken, o camisetas que lucían un Si, Quiero.
El sábado fue la tradicional marcha del Orgullo Gay, pero este año evidentemente era especial. Adquiría un tono reivindicativo al celebrar tanto la conquista recién alcanzada, como un desagravio a la manifestación contra el matrimonio homosexual. Muchos gays y lesbianas se trasladaron desde distintos lugares de la península para asistir al acto en la capital. Como es ya tradición en Madrid a la mani asistieron tanto simpatizantes como homosexuales que festejaban y miraban los carros alegóricos montados en camiones -conducidos por los camioneros de toda la vida- y patrocinados por conocidas marcas de whisky y bebidas energéticas. Matrimonios de gente mayor, niños, familias, gente disfrazada o transexuales agitaban banderas y pancartas que decían “Todas Las Familias Importan”, “Mejor Erótico que Neurótico” o “Ni Mi Padre Es Alcohólico Ni Mi Madre Sobreprotectora” y alusiones directas a la Iglesia como “Lo Que El Amor Ha Unido, Que No Lo Separe el Clero” o “Esta Sotana Fuera de mi Cama”.
Se calcula que en España hay cerca de cuatro millones de homosexuales, de éstos se desconoce el número exacto de parejas con o sin hijos. Con esta ley podrán tributar en conjunto, quedar amparados legalmente en caso de muerte del cónyuge y acceder a créditos como pareja. La adopción, como depende de la legislación del país de origen del niño, será más difícil ya que dudosamente China (España es el primer país del mundo en adopciones a ese país) autorizaría la entrega de una niña a una pareja homosexual.
Durante la manifestación, esta reportera hablaba con distintos asistentes y muchos decían no querer casarse. Otros contaban los días para poder hacerlo. Isabel, una madrileña de 68 años, madre de tres hijos opinaba: “No entiendo este interés de la Iglesia por defender el matrimonio cuando siempre ha hecho la vista gorda a que los hombres se vayan por ahí o sean infieles”. Marta, una colega del trabajo que la acompaña agrega: “En este país siempre ha habido madres solteras y nunca se ha pensado que lo que ellas forman con sus hijos no sea una familia…¿Por qué tiene que haber un hombre y una mujer para que sea llamado matrimonio?”.
Nuevamente las cifras varían y mientras los organizadores contaron dos millones de asistentes y la policía cien mil, otras cifras se situaban cerca del medio millón. Pero más allá de los números y de las leyes, la polémica promete continuar. Para algunos se ha ganado un nuevo derecho; para otros, se ha abierto un poco más la puerta del libertinaje en España.
sobre la persona que ha escrito este texto solamente existen dos conjeturas: O es una Hija de La grandísima puta, o es que la enferma es ella
hay una tercera y es que no te leíste el texto entero