Maggie Gyllenhaal: una actriz llamada deseo

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Se ha forjado en películas independientes, destila sensualidad y posee un rostro único de mirada lujuriosa que atreviesa el uniforme mundo del espectáculo

«¿Puedo describirla en seis?» preguntó Jake Gyllenhaal cuando le pidieron que definiera a su hermana mayor en cinco palabras.

«Ella. No. Es. Lo. Que. Parece.» fueron las seis palabras que usó el actor de Brokeback mountain, en terreno vedado para alertarnos acerca de Maggie Gyllenhaal, la actriz que llega a nuestros cines encarnando a Rachel Dawes en El caballero oscuro, el mismo personaje que interpretó Katie Holmes en Batman begins.

Toda una casta la de los Gyllenhaal. Hijos del director de cine Stephen Gyllenhaal y de la guionista y productora de cine Naomi Foner. Pertenecen lejanamente a una rama aristocrática sueca que se diluye en las generaciones. Maggie es la mayor de los dos hijos de la pareja, nació en 1977 en Nueva York y tras graduarse en filosofía emprendió su camino hacia la actuación.

La musa indie

Al igual que su hermano, ya había aparecido en películas de su padre. Comenzó un recorrido por películas independientes con creadores originales como John Waters y alcanzó reconocimiento como actriz de reparto en Donnie Darko, un film protagonizado por su Jake en el que precisamente hacía de su hermana.

Su salto al sitial de musa indie fue con Secretaria de Steven Shainberg, una comedia negra basada en una relación laboral de sadomasoquismo y que ganó el premio especial del jurado en Sundance. Gyllenhaal interpreta a una joven que llega a trabajar para un egocéntrico y sádico abogado que seduce a la recién llegada, involucrándola en una relación de sumisión laboral sadomasoquista. Su magistral interpretación le valió su primera nominación al Globo de Oro. La segunda vendría con Sherrybaby.

Luego vinieron películas como Adaptation, El ladrón de orquídeas, de la genial dupla formada por el guionista Charlie Kaufman y Spike Jones, los mismos de Cómo ser John Malkovich. Compartió cartel con Julia Roberts en La sonrisa de la Mona Lisa.

Paralelo a la actuación, su cuerpo de diva de los 50, tez blanca y ojos de mirada líquida, sensual y lujuriosa la han llevado a modelar para campañas de Miu Miu y Agent Provocateur. Es en esta última marca, en la que ha destronado a Kate Moss. Serena Rees, cofundadora de la firma, la definió de modo muy claro: «no es un símbolo sexual obvio… Tiene una apariencia interesante, confiada y hermosa y un modo que no es agresivo ni intimidante, por lo que atrae tanto a hombres como a mujeres».

Crítica con Estados Unidos

A diferencia de muchas de las actrices de su generación, Gyllenhaal no ha dudado en criticar a su país, mucho antes de que empezara la decadencia de Bush. En 2003, durante una entrevista para promocionar una película, habló del atentado a las Torres Gemelas: «Creo que América ha hecho cosas reprobables y es responsable, en cierto modo…».

La lluvia de críticas sobre la actriz no se dejó esperar, por lo que escribió la siguiente declaración en la que dijo que el 11 de septiembre fue: «una ocación para ser lo suficientemente valiente como para hacerse preguntas serias sobre el rol de América en el mundo…(es) útil para los individuos y las naciones el preguntarse en qué medida, consciente o inconscientemente, hemos contribuido a este conflicto».

La rabia hacia ella no duró mucho, puesto que tres años después Oliver Stone la llamó para integrase al elenco de World trade center, el drama estadounidense sobre los atentados a las torres.

Su compromiso político no termina en unas declaraciones polémicas. Petenece al movimiento Rock de Vote y junto a su hermano participan activamente para estimular a la juventud a votar en las elecciones y comprometerse socialmente.

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