Linda Lovelace o cuando el porno fue chic

Hollywood prepara dos cintas biográficas sobre quien fuera la protagonista de la legendaria Garganta profunda, una película de porno duro que aterrizó en Estados Unidos en 1972 justo cuando la derecha cristiana quería erradicar el género. Su estreno desató persecuciones mediatizadas a lo largo de todos los cines del país y con ello la ira de los libertarios blandiendo la Primera Enmienda. Como era de esperarse, en pocas semanas la cinta se convirtió en un fenómeno social. Los americanos llegaron en avalancha al cine: estudiantes, maridos y esposas, parejas de novios, estrellas de Hollywood y hasta Jackie Kennedy. Fue todo un hito que la prensa bautizaría como el “porno chic”.

Garganta profunda, con sus veinticinco mil dólares de coste, reventó las taquillas y llenó las salas de cine de Estados Unidos durante dos años, pero mejor aún, sacó definitivamente al sexo de armario.

Si hace unos años Hollywood volvió como ficción a esta época con Boggie nights, ahora regresa con dos producciones basadas en la vida real. Concretamente, en la historia de Linda Lovelace, la protagonista de Garganta Profunda. Curioso desafío ya que como heroína accidental de aquel destape su vida fue bastante trágica y denigrante; muy alejada de la clásica fórmula gringa para este tipo de historias de caída-y-redención.

Con sus 22 años, Lovelace era la pareja tontorrona y absolutamente ida de Chuck Traynor, quien ejerció de hábil cafiche. Así fue como cayó en el set que la llegaría a encarnar la escena sexual más mítica de los ’70. En su fugaz paso por el estrellato proclamó que arte, porno e industria terminarían fusionados. Luego, de la mano de las feministas más célebres de los ochenta renegó de todo aquello y denunció que su paso por el cine X había sido una violación psíquica y sexual. Más tarde, también diría que las feminista se aprovecharon de ella. Bastante arruinada, en 2001 protagonizó un reportaje fotográfico para la revista para adultos Leg Show Magazine. Al año siguiente moriría debido a las secuelas que le dejó un accidente de tráfico.

Para entender como fue ese tránsito y por qué habría algún interés en desenterrar su historia es indispensable revisitar el contexto donde todo esto nació. Porque si hay una historia divertida dentro de la cultura pop occidental esa es la del porno americano de los setenta. Auge, gloria y caída de una industria a la velocidad del rayo. A la velocidad de una inyección de heroína o de una raya de coca. Un cuento sucio y amoral donde bailan aspirantes a cineastas, proxenetas, la mafia, los hippies, el FBI, los conservadores de Nixon, tontos de miembros grandes, agentes encubiertos, jovencitas calentonas inocentes y no tan inocentes. Y drogas. Muchas drogas.

Toda esta fauna encendió una de las industrias más lucrativas en el negocio del entretenimiento. Dinero fácil y rápido con los conservadores pisándole los talones. Pero llegaron los ochenta y con ello la mala droga, el sida y el VHS; una trilogía que fulminó la escena de estrellas del porno y sus pretensiones de cine de autor. Como lo resumiría Normal Mailer en el documental Inside Deep Throaght (Dentro de Garganta Profunda), en los setenta “había algo fascinante en el porno ya que habitaba a medio camino entre el arte y el delito”.

En adelante vendría lo que conocemos ahora: una industria igualmente lucrativa pero convertida en una máquina de hacer salchichas.

Retrocedamos a comienzos de los setenta. En Estados Unidos gobierna Nixon y gran parte de su capital político es el conservadurismo y la moral cristiana que solo permite mostrar sexo explícito si es con fines educativos. Hasta ahí es donde pueden llegar, por lo que los realizadores tienen que poner a un médico explicando la escena donde un matrimonio copula. Paralelamente el Congreso crea una comisión científica para establecer si la pornografía es o no dañina y sacarla por completo de revistas especializadas y del cine.

Nueva York es una ciudad bastante arruinada y caótica y está plagada de buscavidas y mafiosos. Son los años de la revolución sexual además y muchos jóvenes emancipados ven en el sexo una rebelión, otros buscan dinero, otros fama, otros diversión. Jóvenes sin prejuicios dispuestos a follar en cámara por unos pocos dólares llegaban a las precarias grabaciones donde otros jóvenes estaba dispuestos a filmarlos como parada obligatoria en su carrera hacia Hollywood. Muchos directores rodaron películas pornográficas bajo seudónimos y luego saltaron a la industria establecida.

Es allí donde entra Linda Lovelace, una chica criada en una familia católica y estricta, hija de un policía retirado y una madre controladora. Tímida y retraída, Linda vive avergonzada y agobiada por los acosos de su madre hacia sus citas. Desea desesperadamente salir de su casa y ganar algo dinero. Así conoce a Chuck Traynor, un proxeneta violento que ha montado un streapclub. Linda se aferra a él para salir de su casa y contraen matrimonio para que la madre deje de molestar.

Tras la quiebra del local se mudan a Nueva York en busca de dinero. El único capital que poseen es el cuerpo de Linda al que ella alimenta con bastante drogas y viste como una hippie. Rápidamente entran en el circuito de las filmaciones pornográficas. Dinero rápido y en metálico. Linda no es especialmente bonita ni tampoco tiene unos pechos gigantescos. Además, una larga cicatriz adorna su abdomen. Pero Chuck Traynor le ha enseñado un truco aprendido con prostitutas japonesas durante la guerra que sin esperarlo los llevaría mucho más lejos de lo que pensaban.

Tocando puertas conocen a Gerard Damiano, un director de películas X producidas por la mafia del clan Peraino. Damiano tiene pretensiones de cine de autor. Quiere hacer películas X en 35 milímetros, con argumento, con buena fotografía y sonido. Traynor pone a su chica en la prueba de cámara y ella ejecuta la técnica sexual que la convertiría en la más célebre felatriz del celuloide.

Damiano nunca ha visto algo así y decide reescribir el guión y hacer una película centrándose en la habilidad de Linda. El argumento es delirante: una mujer muy frustrada porque no consigue llegar al pleno orgasmo, visita a un médico que descubre que tiene el clítoris en la garganta. De allí el nombre de la película: Garganta profunda. El mismo nombre que usarían un año después los periodistas del Washington Post para referirse al informate que destronaría a Nixon.

Inmediatamente tras el estreno fue prohibida en Nueva York y eso encendió la mecha. Se desató la lucha por los derechos civiles mientras la película se iba estrenando y clausurando en todos los demás estados. Todos comenzaron a hablar de Garganta Profunda, la felatio se convirtió en la quintaesencia de la satisfacción sexual. El tema llegó a la prensa seria y fue la revista Variety quien acuñó el término porno chic. Con esto la gente sintió una validación y acudió en masa al cine y la película conseguía ser programaba en las salas de barrio. Mientras tanto, se ponía y se sacaba de cartelera al rito del pulso que se mantenía en tribunales donde se esgrimían argumentos como que “apelaba al orgasmo equivocado”.

Sammy Davis Junior organizó una función privada con todo el jet set: Shirley McLaine, Jack Nicholson, Warren Beaty…Hasta Jackie Kennedy fue vista a la salida de una función. Era el fenómeno del momento.

Linda Lovelace cobró 1.200 dólares por el papel. La producción entera costó 25.000 y se calcula que recaudó 600 millones, uno de los films más rentables de la historia. Día a día y tras caer el telón, los chicos del clan Peraino pasaban por ventanilla exigiendo la mitad de la caja. Si alguien se negaba, le quemaban el cine. Pero el negocio valía la pena. Los dueños de las salas no podían permitirse no pasar la película. No querían. ¿Cómo iban a decir que no a 1700 espectadores diarios? Según un informante de FBI, era tal el éxito, que el dinero ya no lo contaban. Lo pesaban.

Tras el inesperado éxito, Linda se convirtió en una fugaz estrella con un único talento. Todos la querían en sus fiesta y Hugh Heffer la invitó a la mansión Playboy. Separada de Traynor y alejada del porno, en los ochenta se convirtió en una activista contra el género. Damiano hizo otras películas X medio artísticas como Tras la puerta Verde, que dio paso a experimentos como el porno existencialista de El Diablo en la Señorita Jones. Harry Reems, la contraparte de Linda en Garganta, siguió siendo uno de los actores más activos dentro de la industria. Fue el único procesado en el juicio contra Garganta Profunda por “conspiración y distribución de pornografía a través del país”. Su paso por tribunales fue todo un hito. Ante la posibilidad de condenar a un actor por trabajar en una cinta que estaba siendo perseguida llegaron Jack Nicholson y Warren Beaty, entre otros, a defenderlo en nombre de la libertad. Salió inocente y sintiéndose un actor legitimado. Cuando ya había conseguido el papel para ser el entrenador en Grease brillantina, los estudios vetaron su aparición. Cayó en una espiral de drogas y alcohol, se convirtió al cristianismo y hoy en día es un corredor de propiedades.

Fue un breve periodo en que el cine X salió de los márgenes, desde finales de los 60 hasta mediados de los 80. Fue la época dorada de la pornografía. El libro El Otro Hollywood: una historia oral y sin censura de la industria del cine porno (a la venta en Santiago en la librería La Ciudad Letrada), es quizás el relato más acucioso y divertido de aquellos años.

Todas quieren ser Linda Lovelace

Los líos judiciales de Lindsay Lohan hicieron que finalmente fuera marginada de Inferno: A Linda Lovelace Story. Incluso había realizado una sensual sesión fotográfica que circuló por la prensa hace ya casi dos años, anunciando que ella sería Linda Lovelace. Pero la poca certeza de su disponibilidad entre tribunales y escándalos, llevaron al director Matthew Wilder a reemplazarla por Malin Ackerman (Watchmen). Junto a Mattt Dilon darán vida a la pareja Lovelace en un guión que ya ha sido citado en The Black List, un informe sobre los mejores guiones que circulan por la industria.

Las grabaciones han empezado este año.
En fase de postproducción se encuentra Lovelace, la otra cinta sobre Linda. Si bien se especuló que la protagonizaría Kate Hudson, finalmente es Amanda Seyfried (Transformers, Mamma mia!) quien dará vida a Lovelace, compartiendo roles con Peter Sarsgaard (Boys don’t cry, An Education), que interpretará a Chuck Traynor. También se suman al elenco Adrien Brody, quien será Harry Reems y Sarah Jessica Parker, haciendo de la legendaria feminista militante Gloria Steinem. Originalmente este papel estaba destinado a Demi Moore. También se suman otras estrellas como Sharon Stone, Chloe Sevigny y James Franco, quien interpretará a Hugh Hefner, el hombre tras Playboy.

Reclutar a toda esta batahola de estrellas no fue tarea fácil. En una reciente artículo para el New York Times, los directores de LovelaceRob Epstein y Jeffrey Friedman– que vienen respaldados por dos oscar en dos documentales, tuvieron muchas resistencias por parte de los representantes de los artistas; en el caso de las mujeres, por la cantidad y calidad de los desnudos y, para los hombres, el tipo de violencia machista que habían de demostrar. Se necesitaron reuniones clandestinas y mucha mano izquierda.

Aunque no se han revelado los detalles que diferencian ambas producciones, no es apresurado pensar que Lovelace será una película más liviana. Todos sabemos que si hay alguien calculador en la industria del cine, esas son Demi Moore y Sarah Jessica Parker. No se quemarían por nada. Adrien Brody ha adelantado que las escenas de sexo “fueron, con diferencia, lo más bobo y liviano de la película…Es más cercano a American Pie, que Lars Von Trier”, haciendo un contraste entre el éxito adolescente y el sórdido director danés.

Por otro lado y tal como lo dice su título,Infero será un film más oscuro. Matt Dylon ya se ha involucrado en más de algún proyecto de ese tipo como cuando interpretó al escritor maldito Charles Bukowski en Factotum.

Un pensamiento en “Linda Lovelace o cuando el porno fue chic

  1. Hay varias incorrecciones en el artículo. La derecha cristiana no quería erradicar, lo quiso erradicar después de Garganta Profunda, antes el porno estaba destinado a salas de circuito cerrado (underground), bien es cierto que se intentaba lavar la imagen del norteamericano (drogas, sexo), pero el porno empezó a ser perseguido tras el estreno de Garganta. No es una de las películas más rentables de la historia; es la más rentable. Las películas que quieren hacer huelen a mierda tragicómica que tira para atrás, esperemos que me equivoque.

    Muy buen artículo.

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