La última frontera

En un principio, era sólo texto e imágenes estáticas. Luego, vinieron las tarjetas de sonido, de video y los software para animaciones y videoconferencias. Más tarde, gracias al programa MP3, los usuarios de Internet tuvieron la posibilidad de escuchar su música favorita en sonido digital y compartirla con amigos que se encuentran al otro lado del mundo. Un mouse, desarrollado recientemente, promete que la persona será capaz de sentir la textura de los objetos que ve en su pantalla. Ahora, una compañía estadounidense asegura que está pronta a traspasar la última frontera para hacer de internet lo que ningún otro «medio de comunicación» ha logrado: transmitir olores digitales.

Digiscents Inc. es una compañía de medios interactivos creada este año por Joel Bellenson y Dexter Smith en Oakland, California. La idea de ambos consiste en digitalizar y emitir aromas a través de internet, luego de haber descifrado el perfil biológico del olor. «Hasta el momento hemos realizado sólo demostraciones de laboratorio y han sido exitosas. Ahora estamos trabajando en el desarrollo masivo; en unir aroma y contenido», contó a Qué Pasa David Libby, relacionador público de la compañía.

De funcionar la idea como esperan sus creadores, se podrá, por ejemplo, mandar e-mails con aromas, oler los perfumes antes de comprarlos por internet o sentir el caucho quemado en un juego electrónico de Fórmula Uno. Además, el inventar fragancias, una actividad que antes estaba en manos de un grupo muy selecto, ahora podrá estar al alcance de quién lo desee.

Compuesto por un aparato del tamaño de un parlante de computador, llamado iSmell, Digiscents se ubica a un costado del monitor del PC y contiene alrededor de 220 dispositivos que emulan pequeños tubos de ensayo con aceites aromáticos. Es como un sintetizador aromático personal y, según Libby, «tiene la capacidad de crear todos los aromas que el ser humano puede oler» (alrededor de 10. 000 fragancias). Este hardware tiene un valor comercial de US$ 50 y se enchufa directamente al computador.

Digiscents también viene con un software llamado ScentStream (se desconoce cuál será su valor comercial) que sirve para diseñar y componer olores, así como el Adobe Ilustrator permite diseñar y crear imágenes.

Este programa conduce la operación del iSmell, es decir, lo codifica y permite que la bocanada sea liberada. El software puede ser «bajado» directamente de internet, a través de la misma dirección para comprar cartridges aromáticos.

Junto con esto, hay diferentes cartridges con distintas gamas aromáticas (vinos de Francia, perfumes de fantasía, paisajes en distintas estaciones del año, comidas típicas, etc. ) que pueden ser adquiridas comercialmente.

El usuario tiene que seleccionar uno de estos aromas, como el de un cabernet sauvignon en la categoría «vinos de Francia» y, haciendo click en el muestrario, el aparato lanzará una bocanada con ese olor. Una vez que el producto esté a la venta, los consumidores podrán comprar los cartridges que deseen a través de la dirección http://www. digiscents. com (aún no se establece precio).

Smith y Bellenson no son aficionados en esta materia. Hace algunos años fundaron Pangea Systems, una industria líder en la suministración de software y biotecnología a compañías farmacéuticas. Joel Bellenson, por su parte, fue director de un laboratorio de la Universidad de Stanford especializado en la síntesis de ADN. Allí diseñó modelos sobre cómo las moléculas aromáticas se ligan con unos 110 millones de células detectoras de olor en la nariz del hombre. Por años ambos trabajaron en el entendimiento del genoma humano mezclado con la bioquímica computacional.

El siguiente paso para la compañía será crear un registro de olores (Scent Registry), con lo que pretenden asegurar la autenticidad del olor y así poder otorgar las licencias a posibles socios comerciales como los creadores de juegos de computación, comercio electrónico, sitios web, películas (ver recuadro) y hasta música.

Los tipos de aromas que ofrecerá Digiscent son, hasta ahora, un misterio, pero sus creadores adelantan que el espectro será bastante amplio y que irá desde olores de comidas y flores, hasta paisajes con sus respectivas estaciones del año.

Según la compañía, los aromas digitales no son un espejo de los reales, pero sí son una representación bastante fiel. Las herramientas del hardware y el software permitirán oler una fragancia por tiempo limitado -así como los extractos de música- o mantener «olores ambiente», que serán controlados por el usuario. Este también tendrá la posiblidad de regular la intensidad del aroma que desee sentir.

Eventualmente, Digiscents tendrá docenas de categorías separadas de aromas y combinaciones para que la persona pueda seleccionar qué tipo de cartridge desea y con qué aromas los quiere llenar. En otras palabras, cada usuario podrá -por ejemplo- encargar las diferentes fragancias de las flores del mediterráneo. Los productores aseguran que estos aromas no son peligrosos, ya que cada uno está hecho con pequeñas cantidades de material odorífico y el iSmell (hardware) distribuye aproximadamente el mismo monto que un desodorante ambiental.

Si consideramos que los olores gatillan una parte importante de la memoria afectiva, la incorporación de éstos a la industria del entretenimiento y de la publicidad podría ser revolucionaria. Pero eso está por verse, ya que recién en diciembre del próximo año el Digiscent estará disponible sólo en el mercado estadounidense.

Un ratón con tacto

En septiembre recién pasado se lanzó en Estados Unidos un revolucionario mouse que permite sentir distintas texturas. El TouchSense mouse no es solamente un apuntador, es un sofisticado aparato que permite una comunicación bidireccional entre el usuario y la máquina. La persona mueve el mouse para controlar el cursor y el mouse empuja de vuelta al usuario para simular encuentros físicos. Por ejemplo, cuando el usuario arrastra el cursor sobre la imagen de una barrera, el mouse crea la sensación de resistencia, de modo que la persona siente que no puede traspasarla.

Algoritmos (conjunto de instrucciones) más avanzados permiten al TouchSense Mouse simular no sólo una superficie rígida, sino que resortes, líquidos, texturas, vibraciones y cualquier otra sensación que pueda ser representada matemáticamente. El sistema que opera en este mouse corresponde a un método electromecánico que imparte fuerzas físicas, tanto sobre el mouse como sobre la superficie donde se apoya.

Las fuerzas pueden ser aplicadas libremente en un espacio de dos dimensiones, permitiendo la simulación de sensaciones planas, así como también la elasticidad y las superficies rugosas perfectamente.

El TouchSense Mouse tiene un valor comercial de US$ 100.

La conquista del olor

uy variados han sido los intentos por transmitir aromas. Desde hace algunos años, las revistas de moda, principalmente, traen los perfumes doblados dentro de una página y al abrirla se libera la fragancia promocionada. Los cuentos infantiles también tuvieron su incursión con el sistema raspe y huela dentro de las historias.

Uno de los intentos más descabellados fue en la década de los 50, cuando la industria cinematográfica patentó el «Aroma Rama» y el «Smell-O-Vision». La idea fue parte de una especie de locura interactiva que afectó a Hollywood en aquellos años: los asientos temblaban para emular terremotos y también emitían pequeñas descargas eléctricas, se distribuían anteojos 3D antes de la función y los ductos de ventilación expelían olores para aromatizar las películas. También intentaron con aparatos ubicados debajo de los asientos que lanzaban aromas en los momentos críticos del filme. Pero el resultado no fue el esperado; los espectadores eran bombardeados por aromas extenuantes como el de verano, más cercano a un insecticida.

El último intento para aromatizar las películas fue a comienzos de los Œ80, cuando el cineasta John Waters estrenó su película Polyester. Junto con la entrada, al espectador le entregaban una tarjeta con el sistema raspe y huela llamada «Odorama», que debía utilizar durante la función.

Pero el público estuvo reacio a participar.

Reciclando el viejo sistema hollywoodense, la industria automotriz ha estado investigando cómo mantener a los conductores despiertos. La idea sería que unos sensores ubicados dentro del auto determinarían si los párpados se están cerrando o la cabeza cayéndose, indicando así cierto tipo de fatiga. De detectarse el cansancio, se activaría una bocanada aromática de café o pino, por ejemplo, para reanimar al conductor.

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