El último tesoro de Stanley Kubrick

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La viuda del cineasta acaba de donar más de 900 cajas guardadas con material inédito del autor, entre los que se encuentran cartas, guiones, grabaciones, fotografías, diseños y maquetas relativas a las 13 películas que llegó a terminar y otros proyectos en los que trabajaba cuando lo pilló la muerte

«¿Viste El Resplandor? La mesa en la que estamos sentados ahora es donde Jack Nicholson escribe su novela», le contaba Christiane Kubrick al periodista del Daily Telegraph, Chris Hastings, a quien recibió en la casa familiar de Inglaterra en una reciente entrevista donde explica la buena nueva para los fans de su marido.

La viuda ha decidido donar 900 cajas con material inédito del autor de clásicos del cine como La naranja mecánica, Lolita y La chaqueta metálica. La noticia es redonda: el 26 de julio se cumple una década desde que un ataque al corazón mató al maestro de cine, aquel que hacía una película cada 10 años y que se dio el lujo de hacer historias versátiles, densas o irónicas de temas universales a los que se volcó con la obsesión y el rigor de los genios.

Las 900 cajas, mandadas a hacer a medida por Kubrick, contienen cartas, guiones, maquetas, disfraces apuntes y fotografías. Éstas últimas, por ejemplo, dan cuenta del trabajo de Kubrick, tanto en la preparación de un proyecto, como una vez estrenadas las películas.

Hay imágenes de locaciones en Vietnam o Canadá para la preparación de El Resplandor o La Chaqueta… y también polaroids de algún estreno en Zurich que exigía le enviaran para ver cómo estaba funcionando la película y mantener el control hasta en eso.

Kubrick era un perfeccionista además de un genio autodidacta. Nunca fue a la universidad ni a ningún tipo de escuela de cine. Disfrutaba con voracidad la lectura de libros históricos y todo tipo de material cuando enfrentaba un nuevo proyecto.

En las cajas, que ahora están en posesión de la Universidad de Artes de Londres, se pueden encontrar mapas, uniformes cubertería, joyas y armas europeas de los siglos XVIII y XIX, que fue coleccionando a través de los tantos estudiantes que sirvieron a Kubrick mientras hacía su investigación para uno de sus proyectos inacabados: la vida de Napoleón. Además, hay 20.000 fichas acerca de este proyecto.

«Hasta hace muy poco, nunca pensé en hacer algo con ese material», cuenta la viuda del cineasta. Tras la muerte de Stanley, las miraba y me echaba a llorar. Él solía decir: ‘Déjalas así porque uno de estos días las ordeno’. Tenía las mejores intensiones pero nunca lo hizo, lo que al final ha sido bueno porque hubiese tirado muchas cosas a la basura».

Un friki de los gadgets

Uno de los temas que más apasionaba a Kubrick era la tecnología. Sabido es que estuvo preparando por años el guión de AI: Inteligencia Artificial, pero lo dejó porque, a su juicio, la tecnología a comienzos de los 90 no era tan avanzada como para dar los efectos visuales que quería. Fue entonces que donó el proyecto a su buen amigo Steven Spielberg.

Por eso no es de extrañar que el Archivo Kubrick contenga una inmejorable colección de gadgets, computadoras y juguetes que fue coleccionando a lo largo de su vida, amén de guiones acerca del tema de la tecnología.

Las cartas

La misivas de Kubrick desmantelan la leyenda de neurótico, asocial y apático que se había tejido alrededor de él. Kubrick odiaba hablar en público o estar frente a la cámara y su rechazo a dar entrevistas de radio y televisión no ayudaron a construir una imagen más simpática.

Legendario es, además, su violento trato a Shelley Duvall, durante el rodaje de El Resplandor. Pero las cartas dan cuenta de un personaje mucho más dulce.

«Estimado Marlon, gracias por el guión que me enviaste pero ahora mismo estoy ocupado en una historia propia que me interesa mucho más. Llámame cuando vengas a Nueva York», le escribía a Brando amablemente para rechazar una oferta del actor.

Las líneas: «Estimado Señor Clark, soy un admirador suyo hace mucho tiempo y me gustaría discutir con usted la posibilidad de hacer la película definitiva de ciencia ficción» son el comienzo lo que se convertiría en 2001: Odisea en el espacio. Así se comunicaba Kubrick con el maestro Arthur C. Clark, uno de los más respetados escritores de ciencia ficción, con quién escribiría finalmente el guión de la que muchos consideran la obra cumbre de su brillante producción.

Todo este material se ha liberado gracias al museo de Frankfurt, que fue quien convenció a la viuda para una exposición itinerante, pagada por el gobierno alemán, que ha estado de gira por Europa desde 2004 hasta este año.

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