Cuando las mujeres mandan

Los especialistas aún debaten si es verdad o no aquello de que las primeras comunidades fueron matriarcados. Para quienes no lo habían escuchado nunca, también se dice que cuando llegaron los problemas de límites con otras tribus -como de alimentos-, entró el hombre a resolver y con ello la violencia y de allí se instauró el patriarcado que se mantiene hasta el día de hoy. Muchos podrán diferir de esto último. Pero hablando seriamente, los patrones patriarcales son los que rigen la sociedad hoy en día. Aunque sea una mujer la que corte el queque, los cortas bajo el orden patriarcal.

Dicho esto, existen aún vestigios de estas civilizaciones milenarias. Hace años vi y leí con avidez el trabajo de la fotógrafa catalana Anna Boyé , quien hizo una exposición llamada Matriarcados. Allí explica su viaje a través de tres comunidades que visitó y a mí me rayó concretamente una con la que me volví a topar hace unas semanas, con el documental The Fall of Womenland (la caída del país de las mujeres).
Es hermosa, queda cerca del Tíbet, en el lago Lugu y se trata de la cultura Mosuo.

Una sociedad que ha mantenido su estructura matriarcal milenaria en plena China, donde la mayoría de los abortos los determina si el feto es mujer, donde los índices de suicidio femenino son altísimos, donde engendrar una mujer es una mala noticia. Para los Mosuo, en cambio, lo femenino es alegría y sabiduría. Es uno de los últimos matriarcados del planeta, los niños llevan el apellido de la madre y viven en comunidad con la familia de ésta.

En las relaciones de pareja no median contratos y sólo comparten las noches. Al amanecer, él se marcha a su comunidad materna. No viven el cotidiano, no se cocina ni se lavan los platos de la pareja. No existe el concepto de boda, son relaciones abiertas, donde tiene que haber amor para que existan. Cada uno puede tener amantes y se dejan cuando el amor se acaba. No hay normativa. Generalmente las relaciones duran 5 o 6 años o a veces mucho más.

En este ecosistema, los niños son absorbidos por la comunidad materna. No hay niños bastardos ni familias abandonadas ni traumas de separaciones dolorosas. La mujer no le pertenece al hombre. El hombre no le pertenece a la mujer. Los niños son lo más importante y en la enorme comunidad, los tíos juegan un rol muy importante. No existe el término “padre”. El “padre”, a su vez, juega el rol de tío en su propia comunidad, además de dedicarse a la agricultura.

Son budistas tibetanos y viven en el real culto a la naturaleza y la no violencia. Las mujeres son quienes toman las decisiones dentro del grupo y delegan responsabilidades según la inteligencia, habilidad y fuerza. Al morir la matriarca, asume la con mayor sabiduría. Si alguien se enoja, no se le margina ni confronta, se le da tiempo a recapacitar. Según Boyé, no conocen el rencor. Tampoco delegan decisiones en los hombres: “a ellos no les gusta decidir”, dice una entrevistada.

Es una sociedad muy trabajadora. No hay delitos de sangre, violencia de género, maltrato infantil, violaciones ni asesinatos. La mujer está concentrada en la armonía de la comunidad y no anhela poder ni ambiciona cosas materiales. El hombre adora a la mujer, antiguamente se las consideraba diosas, y este respeto desconoce presiones y engaños.

*En la web de Anna Boyé podrán encontrar textos y fotografías de los tres matriarcados que exploró. Además ha hecho un bellísimo trabajo de Mujer y Dios

* La directora del documental que menciono arriba es Xiaodan He. Es descendiente de una rama Mosuo y en su adolescencia la avengonzaba muchísimo. En China consideran a los Mosuo como promiscuos y poco civilizados. Al ser un destino turístico muy deseado,  la vida de esa sociedad está siendo afectanda.

Aquí el trailer:

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