La autora del artículo no se consiguió acreditación como periodista. Mejor aún, conseguió ser chofer de la comitiva de Anthony Hopkins. Desde allí, el siguiente reporteo.
El Festival de Cine de Sitges, es un evento especializado en el cine fantástico y en el que conviven películas de terror, de marcianos o medio apocalípticas. Más que la competencia, lo más importante es que muchos grandes estrenos aprovechan esta vitrina como parte de sus giras promocionales. Acaba de terminar hace una semana y dejó un registro bastante irregular pero sí se pudo ver buen cine como lo último de David Cronenberg , Spider, con la recibió el premio a la mejor dirección. También estaba Narc, protagonizada por Ray Liotta, pero más allá del escándalo que armó en el hotel por estar borracho, la película no dejó mayor rastro.
Los estrenos importantes, aunque fuera de competencia, fueron “Un Final Made in Hollywood” (que ya había abierto el Festival de Cannes), de Woody Allen, “800 Balas”, de Álex de la Iglesia y “RED DRAGON”, la tercera parte de “El Silencio de los Inocentes”, pero la primera de la saga. Vino el mismísimo Sir Anthony Hopkins, acompañado del actor Ralph Fiennes (El Paciente Inglés), el legendario productor italiano Dino de Laurentis (Flash Gordon) y el director de la película, Brett Rattner (quien acaba de firmar como responsable del nuevo Súperman). Llegaron en un jet privado sin que nadie se enterase y fueron trasladados en una caravana de cuatro Mercedes Benz y dos vans gigantescas, una en cada extremo de la hilera. Yo manejaba una de ellas. Sir Anthony viajaba con su manager y su asistente; Ralph Fiennes y el director con sus asistentes respectivos y Dino de Laurentis con su bella, joven y súper rubia esposa Martha. Cada uno en un Mercedes. En las vans iba el resto del séquito. El filme viene precedido de bastante fama y destellos. Actualmente se encuentra entre los más vistos de EEUU y el Reino Unido y cuenta con un elenco de primera que se suma al los ya mencionados Edward Norton, Harvey Keitel, Emily Watson y Philip Seymour Hoffman. Además, para esta entrega, contaron con el mismo guionista de “El Silencio de los Inocentes”, Ted Taly, que fuera marginado en “Hannival”.
Sir Anthony, fiel a su promesa de no volver a tomar alcohol, exigió que en su habitación no hubiera ni metapío y se encerró todo ese primer día a ver dvd’s en la habitación, que era custodiada durante las 24 horas por un equipo especial de seguridad. Como si fuera el legítimo Hannibal.
Dino de Laurentis también se dedicó a descansar y Ralph Fiennes se paseó por todos lados correteando amigas y mandando a los choferes a buscarlas a Barcelona y traérselas a Sitges. Incluso pensó en ver a una que estaba en Málaga (¡a 965 kilómetros de distancia!) pero fue ella quien le contestó con una carcajada. En todo caso, con un aire un poco tímido, se paseó por todos lados, devolviendo saludos con una sonrisa, bailando alegremente en la discotheque Otto Sunz y despachando al dispositivo de seguridad para quedarse solamente con el chofer.
Por su parte, el director Brett Ratner, ciego de éxito o de presupuesto o sencillamente de estupidez dejaba 50 euros (unos $33.000) de propina por un café cortado de 90 céntimos (casi $600). Entraba a las tiendas y mercaditos y recogía todo, lo abría, lo probaba, le preguntaba al chofer –que actuaba de chaperón- que qué era y cómo se pronunciaba…Luego, al llegar a la caja, soltaba cantidades de monedas y billetes hasta que le detenían.
“¿A este tío qué le pasa?”, preguntaba la cajera.
El mismo numerito se repitió en heladerías y otras tiendas, durante los tres días que estuvieron los de Red Dragon en SITGES.
Mientras tanto, la chica que lo acompañaba se atiborraba de tenidas nuevas a la orden de “cómprate lo que quieras!”. Claro que con un anillo que costaba 2000 euros reculó. No ella, que ni lo quería, si no él.
En una de esas tardes le lloraba a Dino de Laurentis porque Anthony Hopkins le había dicho que el jet privado iba lleno y que sólo cabía él, no su asistente quien tuvo que tomar un vuelo comercial. Pero al subirse se dio cuenta que había sitio de sobra y Anthony ni se inmutaba ante las miradas iracundas del director. “You have to be calm” (“Tienes que estar tranquilo”), le aconsejaba de Laurentis con su voz carrasposa y acento italiano, igualito a El Padrino, “Anthony has his reasons” (“Anthony tiene sus razones”). Luego, para cambiar el tema, le aconsejaba que para hacer Superman debía mostrar todo lo más impactante al principio.
Mientras tanto, en el hall del hotel Meliá, donde era el festival y se hospedaban los artistas, se paseaban Álex de la Iglesia y Carmen Maura felices de la vida. Ambos contentos por el esperado estreno de “800 Balas” un western para partirse de la risa.
Es que además del talento del director bilbaíno, la historia cae por su propio peso. Durante los años ’60 y ’70, en el desierto de Almería, al sur de España, se construyó el mini Hollywood, un estudio español en el que se rodaron películas como “Lawrence de Arabia”, “Connan el Bárbaro” y un sin fin de spaguettis westerns. Quienes trabajaban como jornaleros, recogiendo olivas o tomillo, de pronto encontraron faena como indios apaches, vaqueros, extras o dobles de actores de la talla de Clint Eastwood o Charlston Heston o Raquel Welch. Fueron años gloriosos en los que los andaluces saltaban de los caballos o salían disparados por las ventanas arriesgando la vida por dos chauchas. “Los norteamericanos traían especialistas para todo. Nosotros éramos capaces de agarrar a un toro por las astas por un quinto de ese sueldo. Cuándo quisimos cobrar más, trajeron moros que cobraban menos”, recordaba en Sitges uno de los actores que de la Iglesia ha reunido para montar su filme.
Pero ese pequeño paréntesis del oeste yanqui cerca del Mediterráneo se acabó con la misma facilidad que había llegado. Los productores se marcharon, los sets quedaron allí abandonados como los solitarios pueblos de vaqueros. Los españoles tuvieron que colgar las plumas y las pistolas y volver a la recolección de olivas y otras faenas menos glamorosas. El dinero ganado en las películas se lo gastaron como estrellas de Hollywood en bares y mujeres.
Sobre estos protagonistas se trata “800 Balas”, la última película de Álex de la Iglesia. Su primera como productor. Con su universo bizarro como motor creativo, de la Iglesia presenta su nuevo filme: “Hoy los únicos personajes que me parecen dignos son los perdedores, lo derrotados”
De allí la trama de esta última película. Es la historia de un veterano especialista en cine (Sancho Gracia) que sobrevive en un polvoriento poblado al oeste de Almería haciendo patéticos números para turistas, en el mini hollywood abandonado.
Carmen Maura es la inescrupulosa agente inmobiliaria que gatilla la trama.