A propósito de la eutanasia

Pensé en meterme con las delirantes e insultantes asociaciones mentales del presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín pero un post en este sitio se adelantó y me representó plenamente, no tengo nada que agregar. Quisiera, eso sí, detenerme en uno de los conceptos que el político Opus Dei metió en el saco de no discutibles, comparándolo con condiciones sexuales y perversiones: la eutanasia.

Como sabemos, en Chile el suicidio asistido es ilegal.

Para serles franca, a mí no me gustaría tener una sobrevida dolorosa, inválidante y siendo un lastre para mi entorno. Pero no tengo claro si llegaré algún día a optar por la eutanasia o si tendré un seguro médico suficiente para no arruinar a mis seres queridos por verme babear y dormitar por años. Es cuestión personal y entiendo y respeto perfectamente a quien no se sienta interpretado por esa opción. Me molesta, eso sí, que sea un delito y que se cierre en banda la posibilidad de discutir con altura la eutanasia.

En el mundo existen muchas asociaciones Pro Derecho a Morir Dignamente. De hecho, están reunidas en una Federación Mundial de Sociedades Por el Derecho a Morir (nunca, hasta ahora, había pensado que no era un derecho). Hay hasta en Sudáfrica, muchas en Europa y en América Latina sólo Venezuela y Colombia tiene asociaciones de este tipo. En ellas, los interesados encontrarán ayuda acerca del suicidio asistido, material educativo, además de asesorías de cómo montar estas sociedades en sus países.

Alguna vez leí una entrevista al entonces vicepresidente de esta Federación, el médico inglés Michael Irwing (hoy marginado y perseguido por aplicarla), que además fue director médico de la ONU. En la entrevista publicada en la excelente sección La Contra, del diario barcelonés La Vanguardia, Irwing decía creer en Dios y que éste nos daba la vida para que nosotros la gestionáramos. Afirmaba, además, que la actitud castigadora hacia el suicidio por parte de la iglesia católica venía desde mediados del siglo XIV. Que hasta ese entonces lo aceptaba. Pero se ve que a ojos religiosos se desmadró el número de suicidios y se declaró pecado mortal. El diálogo con el entrevistador también es divertido porque este no termina de convencerse (yo no tengo ni idea si lo que dice es cierto) e Irwing le dice que la Biblia recoge 11 suicidios y que incluso el viaje de Jesús a Jerusalén era kamikaze y que debiera medio considerarse autoaniquilación.

En todo caso, y religiones aparte, si separamos la Iglesia del Estado hace casi un siglo, sería bueno que podamos revisar y discutir leyes que afectan a todos los chilenos por igual. Y dejarnos de meter restricciones y castigos y límites a las vidas de las personas. Sobretodo cuando nadie más que uno debe pagar por las restricciones impuestas. Si hay algo democrático es “que respiramos y dejamos de respirar”. Ahora, sería importante añadirle algo de voluntad a ese último suspiro.

*El video que aparece a continuación, corresponde a la película Mar Adentro, del español Alejandro Amenábar,  quien llevó al cine la historia Ramón Sampedro, un español que mantuvo una encarnizada lucha para que el Estado le permitiesen a terceros asistirle en su suicidio.
Aquí, el monólogo final:

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.